Anna Bigas nació en Barcelona en 1965. Dudó entre medicina y biología, y finalmente optó por la segunda disciplina, más abstracta. Después de hacer el doctorado en el Hospital de Sant Pau y de una estancia en Seattle (EEUU) volvió a su ciudad natal para establecerse como jefe de su propio grupo de investigación. Actualmente, dirige el grupo de investigación en células madre y cáncer del Instituto de Investigación Hospital del Mar (IMIM), situado en el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB).
¿Sobre qué tema hizo el doctorado?
Caractericé progenitores hematopoyéticos (los precursores de todas las células de la sangre) para utilizarlos en trasplantes autólogos de médula ósea para pacientes con leucemia. Desde entonces siempre he trabajado con células madre, y el sistema hematopoyético ha sido mi principal curiosidad.
Después se fue a los EE UU…
En 1993 fui al Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle. Había un grupo pionero en los protocolos de trasplante con el que habíamos colaborado. Allí estudié cómo se regulan las células madre hematopoyéticas y cómo se amplifican. Eso me enganchó definitivamente. Mi tesis había sido muy descriptiva, pero durante el postdoctorado fui más al fondo: quería entender por qué aquellas células tenían la capacidad infinita de reproducirse.
¿Cuándo creó tu propio grupo?
Tras cuatro años de postdoctorado volví a Barcelona, «‹»‹a lo que era entonces el IRO y ahora es el IDIBELL. Los primeros tres años fueron muy duros, quizás el momento más difícil de mi carrera. A menudo me preguntaba si aquello era lo que realmente quería hacer y por eso no cogí ningún estudiante. Durante años fuimos sólo tres personas: Luis Espinosa, Julia Inglés-Esteve y yo.
Pero salió adelante… y se quedó doce años
Sí, al final, trabajando mucho, y gracias a este equipo de tres, lo logramos. Empezamos a publicar, y a conseguir más dinero. El grupo creció y surgió la oportunidad de venir al IMIM y al PRBB. Aquí había una gran masa crítica, más oportunidades de colaboración con otros investigadores, muy buenos servicios centrales. Fue un gran cambio en aquel momento.
¿Cómo lo valora tres años después?
Sigo pensando que estamos en un lugar privilegiado para la investigación. La administración es algo que podría mejorar, porque es muy difícil realizar cualquier trámite, incluso en hechos que parecen triviales como conseguir que venga un estudiante extranjero para una estancia de seis meses.
¿Cómo es su día a día?
La verdad es que, desde que vinimos aquí y tengo un grupo más grande, no he pisado el laboratorio para hacer experimentos. Estoy al día del trabajo de cada uno y me reúno con mis estudiantes para diseñar los experimentos y analizarlos, pero sobre todo paso el tiempo escribiendo artículos y haciendo gestión, y unas dos veces al mes tengo que viajar para ir a algún congreso o reunión, hacer de jurado en tesis, evaluar proyectos, etc.
¿Qué es importante para hacer investigación?
Muchas cosas. Hay que tener inquietud, capacidad de análisis, ver las cosas desde diferentes puntos de vista, hay que considerar muchas cosas a la vez e integrarlas, tener ideas originales y diseñar cómo llevarlas a la práctica. También se necesita paciencia, pero, sobre todo, que te diviertas y creas que lo que haces vale la pena sólo por el hecho de entender cómo funcionan las cosas.
¿Qué hace cuando no trabaja?
Me encanta jugar al tenis; me ayuda a liberar tensiones e intento jugar cada fin de semana. También ir al cine y viajar. Esto es, de hecho, una de las ventajas de investigar: conoces gente de todo el mundo y, por una cosa u otra, acabas viajando mucho.
Maruxa Martínez-Campos (PRBB) / SINC