En cuanto cualquiera de nosotros revisa los contenidos que sirven los llamados “medios de comunicación” occidentales lo primero que llama nuestra atención es que son como caños de la misma fuente.
Cada día circula por ellos lo que “debe” circular, por estúpido, falso o anodino que sea, y se silencia lo que “se debe” silenciar, por más que el silencio clame y queme las pantallas y papeles. Cada día se culpabiliza a quien se decide culpabilizar y se exonera a los culpables verdaderos. Todo para que la siesta sea infinita para unos, mientras otros tendrán la oportunidad de debatir sobre la necedad y lo evidente de una realidad desfigurada, imaginaria o descafeinada que se les sirve con el café. Gracias a este sistema de caño único las guerras del imperio son guerras contra los malos, los líderes que defienden a los pueblos son populistas falsarios o sospechosos de ladrones, los gobiernos que expropian multinacionales son enemigos del país que las exporta, las crisis económicas son inevitables como las tormentas y tenemos que pagarlas los que no las provocamos, y cualquier gangster o político corrupto es tan intocable como los miembros de la casta india, y ocupa las portadas como hombre de bien. Es el NO-DO en versión moderna.
Recordamos el NO-DO en España como aquel noticiario de obligada proyección en las salas de cine en el que Franco era el protagonista principal, y sus hazañas inaugurar pantanos, pescar, cazar, perseguir, encarcelar y mandar ejecutar a los disidentes, lo que claro está, no se contaba. Nos desesperaban en cambio con los bailes de la Sección Femenina, las procesiones de Semana Santa, las corridas de toros y las misas y prédicas públicas de los cardenales, obispos y clérigos antes de la película. Ahora es lo mismo con los telediarios. Se completaba cada entrega con imágenes y anécdotas internacionales catastrofistas o negativas que contrastaban con la maravillosa paz social en que vivían los empresarios ricos, los famosos y los funcionarios de alto nivel que destacaron, claro está, en patriotismo. El mismo de sus hijos. Todo ello aderezado con anécdotas pueriles de la vida nacional, entrevistas a personas adictas al régimen, a gentes del espectáculo y los deportes igualmente serviles, y fútbol mucho fútbol Y corridas y festejos con animales muertos. El rey caza, como hacía el General. Muchas de esas cosas subsisten.
Ahora, con el cambio de gobierno conservador, parece retornar lo que parecía superado por la llamada democracia. Al fin y al cabo, los de hoy son los herederos de su abuelito .Y mientras muchos de los contenidos informativos siguen en esencia la política del NODO, la de dar noticias con los ojos vendados con la bandera del país, nuevas presiones políticas neo liberales quieren que el mundo tenga su propio NO-DO o –lo que es peor- el mismo NO-DO con los mismos protagonistas y hasta con los mismos presupuestos políticos, religiosos y éticos. ¿Acaso varían en lo fundamental los contenidos de cualquier medio informativo occidental o de cualquier telediario?
La fase última del imperialismo es apoderarse de nuestras conciencias. Conciencia dominada, conciencia esclavizada. La televisión está siendo una herramienta clave para la llamada “guerra de cuarta generación”, la guerra mediática que complementa a las otras y aún más: contribuye a dar una apariencia de honorabilidad y aún de normalidad a todo lo abominable, como las guerras, el hambre, las desigualdades y las injusticias sociales que los medios presentan como se presenta por el hombre del tiempo cualquier cataclismo del que solo tiene la culpa el azar o la naturaleza, pero nunca los patrocinadores de todos esos males , que de paso, también patrocinan los telediarios.
No es que el asunto de la guerra mediática contra la conciencia libre sea nuevo, porque desde siempre se trató de desmoralizar al enemigo usando diversas técnicas de impacto psicológico tendentes a infundir entre la población miedo, desconfianza hasta en el propio bando y división de opiniones sobre los enemigos, pero ahora se aplica a la ciudadanía acosada por la guerra económica, el acoso social y el empobrecimiento a que estamos sometidos por la política del neoliberalismo.
Los esfuerzos por cerrar la boca a la gente que disiente de estos abusos no es solo algo que sucede en solo en China. ¿O es que no pasa en Europa y en EEUU como demuestra el caso Wikileaks? Pero también sucedió en España, con los intentos de la llamada Ley Sinde y los anuncios del gobierno de crear no sé qué comisión para analizar y valorar los contenidos que se hagan públicos (censura anunciada). Por tanto, todo esto forma parte de una estrategia a gran escala para acallar cualquier verdad que desenmascare las acciones perversas del poder que este trata de ocultar y que forma parte de la estrategia global del sistema, neoliberal que precisa estados policíacos como cortafuegos ante las respuestas populares a sus continuos y progresivos ataques contra los derechos y libertades de la gente en todos los campos y en todos los países. Y recortar la libertad de expresión y controlar lo que se dice está ahora más que nunca en el punto de mira neoliberal. El lema parecer ser “que la gente piense lo que queremos nosotros”.
Deberíamos unirnos para detener al monstruo neoliberal que arruina nuestra economía familiar, nuestro bienestar y nuestros trabajos pretendiendo hacer lo mismo con nuestras almas, para conseguir un mundo justo, pacifico y fraternal donde reine la verdad. Unirnos es la clave, y eso supone por una parte una elevada dosis de altruismo y cooperación que supone amor al género humano y por otro lado una dosis suficiente de descreimiento y capacidad crítica. Pero hasta el momento los políticos y agentes de la guerra mediática nos han derrotado en una batalla de la que nos cuesta reponernos: convirtieron a demasiados en individualistas, consumistas, indiferentes, comodones y miedosos con la influencia enfermiza de los medios audiovisuales de control mental de alcance mundial. Necesitamos borrar de nuestra mente todas estas basuras si queremos que este mundo sea un lugar habitable. Pero ¿cómo vamos a unirnos si no dejamos de mirar cada uno nuestro ombligo? Dejar de mirarnos el ombligo y dejar de mirar tanto la manipuladora televisión son dos pasos claves, en mi opinión, para iniciar el recorrido de mil millas que nos lleve hacia nuestra liberación colectiva.