El día después de Assad
Por estas horas se observa a los últimos defensores del régimen de Bashar Al-Assad trabajar horas extras para publicitar un escenario de un Oriente Medio completamente caótico y apocalíptico en el caso que el régimen alawita finalmente se derrumbe. Se pretende describir un tablero político y bélico de caos regional como último intento por sostener un régimen que ha perdido toda legitimidad y credibilidad internacional debido a su brutalidad y a los crímenes cometidos desde marzo de 2011 cuando comenzó la revuelta en Siria. Es la última ficha por jugar y no configura nada nuevo en un intento estéril por sostener al tirano.
La principal amenaza que publicitan esta vinculada a una nueva guerra árabe-israelí, esta vez, liderada por los chiítas de Irán a través de su aliado libanés Hezbolá reforzado por los sunnies palestinos de Hamas para atacar a Israel. Esta proyección, desde luego esta latente desde mucho tiempo atrás, pero cuando viene como consejo de parte de los defensores de Assad no deja de ser ridícula. Los israelíes, naturalmente tienen muy claro que medidas adecuadas tomar para hacer frente al día después del derrumbe del régimen de Assad, y están lejos de mostrar algún signo de excesiva preocupación o pánico.
La real preocupación de Occidente debería centrase en el arsenal de ojivas químicas que se encuentran en manos de Assad, muchas de ellas fueron trasladadas a Siria desde Irak en la víspera de la incursión estadounidense de marzo de 2003. Nadie puede descartar que estos sistemas de armas no convencionales puedan llegar a manos de Irán, y en consecuencia, a Hezbolá y Hamas. Seguramente ello no seria es una perspectiva agradable, pero tampoco un problema que no pueda ser tratado. Incluso Hezbolá y los iraníes saben que cualquier intento de utilizar estas armas contra Israel seria desastroso para ellos. La idea de que cualquiera de los dos va a arriesgar su propia existencia -en el caso de Hezbolá- o más importante aun en el caso de Irán -sus intereses nacionales- en apoyo de la dictadura alawita es muy buena para la guerra psicológica, pero no lo es en el marco del mundo real.
Lo mismo aplica ante la posibilidad de que Irán cierre del estrecho de Ormuz en apoyo de Assad. ¿Alguien puede creer seriamente en eso? En realidad: No. Lo iraníes no va a hacer eso, sencillamente porque saben que pierden. Todo esto es muy relevante para muchos colegas analistas y para periodistas de la plumilla, pero no impacta en la situación de Siria y en sus consecuencias.
El tan analizado escenario de un ataque israelí o estadounidense contra el programa nuclear iraní es claramente una situación totalmente distinta. La conexión entre el colapso final del régimen de Assad y los planes de Israel y/o de EE.UU. con respecto a Irán están abiertos y son posibles, pero no por ello inmediatos como si lo es la potencial caída de Assad.
Por supuesto que una participación de Siria en una represalia iraní contra un ataque israelí es algo considerado por los estrategas militares israelíes y estadounidenses como por sus líderes políticos, pero esto se está convirtiendo en una posibilidad remota pues el ejército sirio se encuentra en una etapa de desintegración. El propio general sirio Mustafá Al-Sheikh, el más alto cargo que ha desertado del ejército, predijo hace unos días que el ejército sirio se desintegrará antes de finales de marzo. Esto puede ser una ilusión o un deseo del militar en cuanto a la línea de tiempo, pero no es desacertado pensar que así sucederá dado el deterioro del proceso actual que es muy obvio, por lo que en el futuro, esa predicción puede resultar exacta.
Así pues, si nos alejamos del ángulo de observación sobre el Dossier nuclear iraní del conflicto, ¿qué más puede suceder que afecte a los países vecinos y la estabilidad regional en general con la caída de Al-Assad?
En primer lugar, podemos esperar un grave problema de refugiados alawitas que trataran de huir de Siria hacia el Líbano y Turquía. También, es posible la huida masiva de funcionarios Baazistas, no sólo alawitas, sino sunnies que integran el régimen. Tal escenario en Siria, inevitablemente tendrá sus consecuencias en Líbano, principalmente al norte del país. Trípoli, una ciudad sunnita con una minoría alawita considerable, vivirá días complejos y ello puede generar un problema más grande en el resto del país entre los tradicionales seguidores de Assad contra las fuerzas anti-sirias sunnitas y algunas facciones cristianas maronitas, ambos sectores tienen cuentas pendientes con los baazistas desde la época de la guerra civil libanesa y la ocupación de 29 años ejecutada impiadosamente por los Assad en Líbano. Lo positivo de este escenario, seria que tal situación podría generar condiciones favorables para ejercer extrema presión sobre Hezbolá y exigir que desmantele sus armas. Pero las heridas no tan antiguas entre sunnitas y chiítas creadas por el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri pueden reabrirse con ferocidad y el jefe de Hezbolá, Hassan Nasrallah, no estará en una posición cómoda si Hezbolá participara en un conflicto contra la mayoría del pueblo libanés. Por tanto y bajo estas circunstancias, que Nasrallah inicie una guerra contra Israel puede parecer una buena opción, pero aun así, es muy poco probable, pues Hassan Nasrallah deberá luchar prioritariamente por su propia supervivencia y por la de su grupo político-terrorista dentro del Líbano.
Otro país que sentirá el peso de la caída de Assad será Irak, donde la creciente tensión entre sunnitas y chiítas se vera exacerbada exponencialmente ya que los primeros se sentirán alentados por el surgimiento de un nuevo régimen -muy probablemente- dominado por sunnitas en Siria. No en vano el gobierno de Maliki en Irak es el gobierno árabe más pro-Assad de la región. Maliki sabe muy bien por qué asume esa posición, después de Assad, el futuro del mandatario iraki y el de su secta pudiera ser muy sombrío.
Turquía también será un jugador relevante el día después de Assad. Aunque lo que preocupa a los turcos del colapso del régimen sirio, es su frontera noreste, allí viven más de 2 millones de kurdos sirios esperando librarse del yugo de Assad. Una población kurda rebelde del otro lado de su frontera no será una buena noticia para el gobierno turco que ya demasiado tienen con su propia población kurda rebelde. Sin embargo, los turcos pueden obtener dividendos políticos de su apoyo a los rebeldes sunnitas sirios y un régimen dominado por sunníes en Damasco, es altamente probable que sea socio de Ankara, con lo cual, la proyección regional de Turquía puede mejorar de manera significativa. Un régimen sunnita en Damasco también puede ser amigable con los saudíes, y en tal caso, una rivalidad entre Turquía y Arabia Saudita para imponer su influencia sobre Damasco será muy probable en el futuro.
Indudablemente los grandes perdedores serán los iraníes. Ellos no pueden esperar un gobierno sirio amistoso en el futuro, al menos en corto plazo. En general, el conflicto regional sunnita-chiíta se profundizara y puede adquirir formas de confrontación mucho más dramáticas, aunque tampoco esto es nada nuevo, ya que este cisma ha sido la principal característica de la realidad del Oriente Medio islámico desde la muerte del imán Hussein en el año 680 d.C.