LA CORREHUELA
Mientras aún resuena el sopapo en las paredes de la caverna electoral, va uno haciendo cábalas sobre lo futurible. Un alcalde del PP de un pueblecito castellano me comentaba el otro día que la cuestión, colores aparte, va más allá de etiquetas (tags lo llamó para sorpresa de mi intelecto), que esto no es una cuestión de izquierdas o derechas sino de confianza. Que pueden tildar a uno de conservador, de social-demócrata, de comunista o de indignado, que la cuestión, al final, no tiene vuelta de hoja. Los mercados son conservadores, el pueblo llano es liberal y ambos se retroalimentan. Para eso sirven los ciclos. A etapas de liberalismo han de seguir períodos de guardar la ropa. La inversión, que es un eufemismo como la copa de un pino, prefiere gobiernos conservadores para su tarea. Y al pueblo, cada cierto tiempo, hay que darle la que toque de zanahoria para tenerlo contento. Con eso se mantiene la sagrada ley de los vasos políticos comunicantes. Y el mundo avanza.
Y ahora toca lo que toca, decía este ínclito alcalde. Zapatero y Rajoy podrán tomar exactamente las mismas medidas contra la crisis, pero mientras para el primero serán friegas sobre fiebre para el segundo se convertirán en remedios de salubridad. A uno, que a menudo lo tachan de social-demócrata, no le queda más remedio que admitir la realidad. Que venga y que lo arregle, que decía el otro.
También se escuchan suspiros de alivio allende Génova. Había pánico a esos campamentos de izquierda que no acaban de levantar la tienda. Ahora toca la gestión de esa ética que tanto reclaman como si a cada momento fuera Nochevieja. Tengo por seguro que don Mariano ha estado estos días en un ay. Pues solo un cataclismo a lo plaza Tahrir (o a lo 11-M) podría arrebatarle el palio de la Moncloa (otra vez). Queda guardar la ropa, ahorrar la cosecha en el granero y no parecer demasiado grosero. Para no despertar a la bestia.
Ahora lo tiene claro. Con que le pinten algunos brotes verdes en La Mancha, o en Aragón, o en el Ayuntamiento de Sevilla (mismamente) tiene la jura garantizada. Es pura realidad histórica: arreón, vara y abrevadero. Y vuelta a empezar.
P.D. Por cierto el alcalde susodicho ha ganado las elecciones por mayoría absoluta. 57 votos de 61. Ni Bildu, vamos.