«Tantos años de crisis, tanta protesta, ¿para qué?», insisten otros, inoculando apatía y resignación. «Lo que venga puede ser aún peor», dice la maquinaria del miedo. Nos quieren sumisos, con la cabeza agachada. Prohibido albergar sueños de cambio. Sin embargo, la historia se rebela indomable. Y nos muestra, a pesar de algunos, que luchar sirve. Las victorias contra la privatización de la sanidad pública madrileña, del vecindario de Gamonal, de la plantilla de la limpieza del Ayuntamiento de Madrid y el combate contra los desahucios son buenos ejemplos.
No es fácil conseguir victorias concretas cuando la política de escaparate traiciona nuestros derechos y se vende al capital. Difícil vencer, cuando el aparato del Estado defiende a quienes más tienen y acaba con derechos y libertades democráticas. Ardua tarea la del cambio, cuando los medios de comunicación son secuestrados por intereses privados. Aún así, hay victorias, pequeñas y grandes, que nos muestran el camino.
La marcha atrás de la Comunidad de Madrid para privatizar seis hospitales públicos es una de ellas. Su ejecutivo se ha visto obligado a dejar sin efecto dichas «externalizaciones», tras quince meses de protesta y el anuncio del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de suspender cautelarmente este proceso de privatización, ya que podría suponer «graves e irreparables daños». Han sido meses de manifestaciones, huelgas, una consulta popular con cerca de un millón de votos contra dichas medidas, ocupación de hospitales, demandas judiciales. Un triunfo que se ha llevado por delante a su máximo promotor, el consejero de sanidad Javier Fernández-Lasquetty, que se ha visto obligado a dimitir. Luchar sirve.
Gamonal, otra gran victoria. Tras poco más de una semana de intensas protestas, entre el 10 y el 17 de enero, en Burgos contra la construcción de un bulevar en el barrio del Gamonal, su alcalde Javier Lacalle no tuvo otra opción que cesar definitivamente las obras. El conflicto, sin embargo, venía de lejos. Una construcción millonaria, con grandes beneficios para las constructoras y los políticos de turno, en un barrio obrero faltado de inversiones y equipamientos. El conflicto «urbanístico» del Gamonal se convertía en la punta de lanza de la lucha contra la corrupción, la especulación inmobiliaria y la crisis. Manifestaciones en todo el Estado expresaron la solidaridad con su vecinos. Y ni los intentos de criminalización ni desinformación pudieron con ellos. Luchar sirve.
13 días de huelga y toneladas de escombros por todo Madrid fueron necesarios para evitar los 1.134 despidos de la plantilla de la limpieza viaria, de parques y jardines del Ayuntamiento de Madrid. Una huelga indefinida que puso contra las cuerdas a la patronal, que no sólo quería echar a cientos de trabajadores sino llevar a cabo reducciones salariales de hasta un 43%. Una victoria parcial, eso sí, ya que la plantilla tuvo que aceptar un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) de 45 días anuales por trabajador y la congelación del sueldo hasta 2017. Aun así, esto no resta a una huelga indefinida, inaudita tristemente en los tiempos que corren, que consiguió mantener todos los puestos de trabajo. Luchar sirve.
El combate contra los desahucios ha sido, sin lugar a dudas, la máxima expresión de resistencia colectiva a la estafa de la crisis. Ante la usura sin límites de la banca, organización desde abajo. Esto es la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Y a lo largo de más de cuatro años, ha conseguido parar 936 desahucios, realojar a 712 personas en edificios vacíos de entidades financieras hoy ocupados por la Obra Social de la PAH y forzar múltiples bancos a negociar centenares de daciones en pago y alquileres sociales. Alguien dirá que es muy poco comparado con la ofensiva global. Está claro. Sin embargo, que se lo pregunten a todas aquellas personas que gracias a la PAH tienen un techo bajo el que vivir. Luchar sirve.
Desde la emergencia del 15M, hemos pasado del «No nos representan» al «Sí se puede». Hemos recuperado la confianza en el nosotros. La ofensiva del capital va a más, pero la indignación, el hartazgo y la desobediencia aumentan. Las victorias son el aliento necesario para conseguir otras nuevas. Luchar es imprescindible para cambiar las cosas. Tomemos buena nota. Si lo hacemos, podemos ganar.