Paradojas de la vida, ahora resulta que Madoff, el responsable del mayor fraude financiero de la historia, era un pobrecito que se dejaba llevar por la codicia de los inversores que le forzaban a entregarle más y más dinero en forma de intereses, o así nos lo quiere vender él mismo en un par de entrevistas que ha realizado estas últimas semanas para medios de Nueva York.
Según la teoría de Madoff, él sería la cabeza de turco del sistema que creó, pero que luego fue alimentado por la especulación de las grandes corporaciones financieras y por la avaricia de sus clientes. Si es culpable, por tanto, es de innovación, no de fraude, ¡qué cosas se dicen desde la cárcel!
Sí se puede, sin embargo, realizar una segunda lectura a las palabras del financiero encarcelado. Cierto es que él fue la cabeza pensante de todo el entramado fraudulento, de la pirámide especulativa que terminó por venirse abajo, pero no es menos cierto que no fue el único responsable de tamaña infamia contra la ética.
Las grandes corporaciones financieras con las que trabajó deberían de recibir parte de culpa por permitir lo que permitieron, bien a sabiendas, grave, o bien sin saber, más grave todavía. Al igual, los clientes que no preguntaban de donde provenía su dinero cuando lo recibían y se contentaban con creerse más listos que el resto, aunque éstos ya recibieron su merecido perdiendo su dinero.
Madoff es un tipo listo, y sabe que emponzoñando al resto puede ganarse cierta simpatía por parte del gran público estadounidense, y lo hace cargado de razón pero sin razones, es culpable, y ante ello no cabe defensa, pero no es el único culpable y de ello hay pruebas más que evidentes.
Madoff sólo era la punta del iceberg de toda una red especulativa que jugó al capitalismo exacerbado y terminó por quemarse con los restos de la burbuja explosionada, un tipo sin escrúpulos que sólo quería ganar dinero, como todos sus clientes.
¿Qué sociedad estamos creando si ganar dinero es lo único que nos importa?
