Llevo meses, quizá años, sin poder pensar con claridad más allá de las líneas que regularmente dejo fluir en mi particular bitácora. Lo más lúcido y elocuente de mi pensamiento se lo ha llevado, sin mi permiso, un conjunto de circunstancias y sustancias que han transformado mi mente en un almacén de residuos radioactivos: una vez fueron fuente de energía, ahora sólo son pensamientos soterrados que emanan tímidas ráfagas de radiación tóxica; algunas mueren en los enormes muros de hormigón y plomo que conforman mi cementerio mental; otras, en su mayor parte, minoría, logran rebasar esa barrera e intoxicar la materia viva que circunda mi esfera.
Lógica. Sentido común. Causa y consecuencia. Inducción. Mientras leo las ‘Investigaciones lógicas’ de Edmund Husserl no puedo más que, entre radiación y radiación, preocuparme y molestarme por el mal uso del Lenguaje y de la significación que se la atribuye a la Lógica y a lo lógico. Tendemos a decir que esto o aquello es lógico, o en su defecto, que no lo es, pero en la mayoría de los casos estamos aplicando mal el término lógico a fenómenos que pertenecen a la esfera del sentido común (el menos común de los sentidos), al sentido de causalidad y al principio de inducción. Esto no es sólo un error derivado del mal uso del Lenguaje, sino que, analíticamente, es totalmente falso en la medida por la cual tratamos de explicar hechos obvios mediante una disciplina que no se encarga de lo obvio, ni tan siquiera de lo normativo, sino de la verdad del pensamiento en su ámbito más puro e ideal.
– Sentido común: el sentido común, como su propio nombre indica, es el sentido que le es inherente a una Comunidad, es decir, a un grupo. Suele usarse en términos de baremo respecto a una opinión o juicio valorativo mayoritario, es decir, por su antítesis, algo pertenece a la esfera del sentido común cuando es afín un conjunto de normas establecidas por individuos a la base de un criterio común. Pero, en última instancia, el sentido común no es una garantía de verdad ni de acierto, sino a lo sumo un marco conceptual en el que un fenómeno tiene más probabilidad de contar con la aceptación regulativa de una mayoría. El sentido común no es universal, ni tan siquiera puede delimitarse una frontera clara entre qué sociedades tienen un sentido común equivalente o semejante respecto a otras.
– Causalidad: la causalidad es la base o el concepto que engloba la esfera de que todo efecto viene precedido de una causa. Así, nuestra realidad se compone de una multiplicidad infinita de acciones que producen una reacción, ya sea de una forma más o menos inmediata o mediata; la tradición filosófica desde Leibniz denominó este fenómeno como el principio de razón suficiente. Concebimos que desde el inicio de los inicios, algo tuvo que ser causa de aquéllo que lo precede o precedió; al igual que el sentido común, puede establecer un marco normativo y regulativo, pero en ningún caso afirma la verdad o falsedad de un hecho de forma apodíctica y, ni mucho menos, de forma lógica.
– Principio de inducción: el principio de inducción -fuera del ámbito matemático- asegura que si algo se repite de forma indefinida, es correcto y aceptable asumir que la próxima iteración del fenómeno cumplirá con las condiciones de todas aquéllas dadas anteriormente. Es decir, en un contexto delimitado, las personas podemos afirmar que si algo siempre ha sido así, en el futuro seguirá siendo así. Este principio ha sido ya refutado, desde el punto de vista filosófico, desde Hume hasta los escritos más recientes de Karl Popper o Wittgenstein. Podría decirse que el principio de inducción viene marcado por la costumbre, la repetición sucesiva de una serie de fenómenos inalterados en el tiempo que dan pie a afirmar que no es posible que éstos lleguen, en algún momento, a ser realmente alterados.
Todos estos principios, adecuados y ensamblados en nuestro Lenguaje y en nuestro habla cotidiana se suelen considerar como hechos lógicos, pero eso es caer en un craso error. Que en un marco acotado algo sea común o racional, siguiendo el sentido común, no es garantía de que la veracidad o la falsedad del juicio sea plausible, y por tanto, está un escalafón por debajo de los principios lógicos, que son algo más que estructuras normativas o regulativas. Del mismo modo, el principio de causalidad es un hecho totalmente empírico y psicológico, una metaestructura que se encuentra en una esfera totalmente aislada de lo que son los principios lógicos, pues en éstos la veracidad o la falsedad reside a priori, independientemente de todo hecho empírico o marco regulativo/normativo del mismo o de los mismos. Por último, el principio de inducción no es garantía en absoluto de que la verdad o la falsedad de un fenómeno esté garantizada por su continuidad en el tiempo, pues desecha de forma categórica factores como los cambios aleatorios o los fenómenos inesperados -por poner un ejemplo liviano.
Con lo cual, hago hincapié en separar lo que son los principios teoréticos de la Lógica de todo aquello que, por costumbre, solemos denominar como tal y que obedece a otras leyes, o mejor dicho, otros marcos normativos que se mueven en esferas distintas a la Lógica como disciplina teorética a priori en sí misma.