El diario estadounidense The New York Times publicaba un reportaje sobre las pésimas condiciones laborales y los altos riesgos sobre la salud de los trabajadores de algunas fábricas proveedoras de Apple situadas en China. Aunque de manera superficial, la empresa ha hecho progresos para acabar con estos abusos y se mantiene fiel a su compromiso de ponerles fin, ha sido acusada en los últimos años de no hacer lo suficiente para conseguirlo. “A Apple nunca le ha preocupado otra cosa que aumentar la calidad de los productos y reducir los costes de fabricación”, afirma Li Mingqi, antiguo directivo de Foxconn Technology en Chengdu, China.
Esta ciudad de doce millones de habitantes es en la actualidad uno de los centros de fabricación de productos tecnológicos más vendidos del mundo. Con 1,2 millones de trabajadores en el país, Foxconn es una de las empresas chinas más grandes en la exportación de material electrónico, con el control de la producción de más del 40% de los productos electrónicos del mundo.
Los trabajadores de la fábrica de Foxconn en Chengdu cobran un total de 1.350 yuanes (141 euros) al mes, lo que les obliga a trabajar horas extra en una situación muy arriesgada y de mucha presión. En la fábrica donde el pasado mes de mayo murieron cuatro personas y 18 resultaron heridas debido a una explosión de polvo de aluminio, los empleados trabajaban rodeados de grandes pancartas donde de podía leer: “Trabaja duro en tu puesto hoy o trabaja duro mañana para encontrar otro”. La explosión podía haberse evitado si Foxconn hubiera escuchado el informe de SACOM (Estudiantes y expertos en contra de la mala conducta empresarial) publicado dos semanas antes del accidente. En él, se alertaba de la peligrosidad del polvo de aluminio y de la mala ventilación de la fábrica.
Apple comenzó a realizar auditorías anuales en 2005 para analizar las situaciones laborales de sus distintos proveedores, y exigir cambios en aquellos casos en que no se cumpliera el código de conducta de la empresa: las condiciones laborales en la cadena de suministro deben ser seguras, los trabajadores tratados con respeto y dignidad y los procesos de fabricación responsables con el medio ambiente. En los últimos años, el número de infracciones ha descendido, pero aparecen nuevos casos de empresas proveedoras donde se trabaja más de 60 horas semanales, se utilizan productos nocivos para la salud, e incluso, donde se emplea mano de obra infantil. Foxconn es una de ellas.
Tim Cook, consejero delegado de Apple, respondió en una carta a sus trabajadores en la que reafirmaba su compromiso con la seguridad y el bienestar de todos los empleados de la cadena de suministros. “Cada año inspeccionamos mas fabricas, elevando el listón para nuestros socios y profundizando en la cadena de proveedores”.
Para otros no está tan claro. Un asesor de BSR (Business for Social Responsability) aseguraba para el diario americano que Apple nunca tomaría medidas contra Foxconn, “Empresas como HP, Intel o Nike están presionando a sus proveedores. Pero Apple prefiere mantenerse a una distancia prudente y Foxconn es su fabricante mas importante, así que se niegan a presionarles”. Heather White, investigadora de Harvard, afirma que Apple “no va a dejar Foxconn ni se va a ir de China”, ya que Foxconn es uno de los pocos fabricantes del mundo con capacidad para fabricar grandes cantidades de iPhone e iPad.
El sistema económico permite desde hace décadas que las empresas consigan un poder económico muchas veces superior al de algunos Estados del mundo. La falta de medidas legales que controlen su actividad y los intereses que hay detrás de ciertas prácticas hacen que la empresa y sus beneficios estén por encima de todo, vidas humanas incluidas.
Apple es responsable de que estas prácticas sucedan; también lo son los gobiernos que no ponen límites a los excesos de estas grandes empresas. Por eso tienen que ser conscientes los ciudadanos de los países desarrollados. No solo por comprar iPhones o iPads y adquirir necesidades que nunca se había planteado, sino también por seguir utilizando estas tecnologías para ver el fútbol o prensa rosa; en lugar de utilizar la tecnología para denunciar a los que sacan beneficios de su nueva compra con la explotación de miles de personas.
Ignacio Morilla Pérez
Periodista