Sociopolítica

Marca España

Gentes esforzadas que aprietan sus dientes y siguen adelante sin desmayo. Luchan hasta la extenuación por alcanzar sus sueños y conseguir sus metas. Buscan trabajos alternativos que les permitan tener cinco o seis horas libres a diario para poder entrenarse o realizar sus hobbies. Pues es complicado que alguno de ellos pueda dedicarse profesionalmente a la actividad de sus amores. Son los grandes olvidados por los medios masivos de comunicación porque no son mediáticos. Se equivocaron claramente de profesión y de hobby.

Si hubiesen sido futbolistas, baloncestistas, ciclistas, tertulianos de programas de prime time o actores serían conocidos, reconocidos, amados y adorados por el gran público. Pero han tenido la desgracia de que su deporte favorito es otro; quizá su ambición sea saber juntar dos palabras con cierto arte; o tal vez su interés sea conseguir la canción soñada. Estoy hablando de los grandes olvidados de España. De la “marca España”, pero de la de verdad. Nuestro país, históricamente, ha ninguneado, olvidado o vituperado a sus héroes. Tenemos una capacidad proverbial para minusvalorar todo lo que sea nuestro. Lo que huela a España es detestado por España. Somos tan envidiosos que negamos la verdad histórica del pueblo vecino para agrandar la falsa leyenda propia. De siempre ha sido así. Nuestros dirigentes nunca han estado a la altura de sus súbditos.

La historia de España está plagada de gestas de gente desconocida que, por un impulso personal, lleva a cabo una gran hazaña. Posteriormente, el reyezuelo de turno utiliza esa hazaña en su propio beneficio y vuelve a su rutina, atribuyéndose como si nada, el éxito ajeno.

Hablo, entre otros, de los héroes de Flandes o del olvidado Blas de Lezo. El “medio hombre” que tuvo en jaque a toda la armada británica en Cartagena de Indias. Personaje a quien la mayoría de españoles ni conocerá. Pero no sólo es ignorancia histórica dirigida la que puebla nuestras aulas. Siendo éste uno de los grandes dramas nacionales. Pues nos interesa más cambiar la historia a nuestro antojo para que podamos lucir con orgullo la enseña de nuestra región que engrandecer la historia común. Ahora bien, la mayoría de españoles tampoco sabrá ni de oídas quiénes son, entre otros, Pol Amat, Pedro Gil, Jacobo Gavira, Jonathan Fabián, Ricardo Cavolo o Bruno Nievas, por poner el ejemplo de algunos de los personajes más celebrados de nuestro país. Estoy hablando de tipos que se dejan la piel por su sueño. Escribiendo, peleando, dibujando o practicando deporte. Gente que deberíamos tener como referentes. Aquéllos que hacen que la tan manida marca tenga un significado útil y vivo. Porque a España no la representa el botarate ignorante que se ha hecho de oro por una recalificación más o menos pactada como pretenden algunos. Ni tampoco el politicastro de turno que, con todo a favor, ha sido capaz de conseguir un millón de votos. Pues la marca España es la conformada por gente honesta, honrada y sacrificada que hay en nuestro país. Esa gente que, sin ser conocida ni reconocida, se deja la piel, el sudor, las lágrimas y la propia vida por intentar alcanzar sus metas. Son los herederos de una historia llena de héroes cuyos logros fueron premiados con el ostracismo.

“Panis et circensis” decían los antiguos romanos que era la consigna para conseguir silenciar los gritos de la masa enfervorecida y disgustada con las políticas senatoriales. Ahora es “Pan y fútbol” o “Pan y programas vergonzantes de televisión” o “Pan y periódicos adoctrinadores que no informan”.

Ahora no se tiene en cuenta más que el mercantilismo. Como dijera Andy Warhol, sobre el arte: «Todo lo que vende es arte». Por esa misma regla de tres, todo lo que se vende es elevado a categoría. Ese afán mercantilista de Warhol es lo que ha imperado en el mundo de la política, el deporte, el arte y en cada ámbito de nuestras vidas. Es, de hecho, una idea que ha llegado a nuestros días alojándose profundamente en el subconsciente colectivo. Que estuviese equivocado o no, es otro cantar. A mi modo de ver sí que lo estaba. Es un error de dimensiones siderales afirmar semejante atrocidad. Aunque en eso se basen nuestras radiofórmulas para confeccionar las listas de éxitos. Con semejante afirmación, se tiene la osadía de poner a la misma altura, por poner un ejemplo, a Eric Clapton con Pitbull. Uno, ante tamaña barbaridad sonríe un poco, apaga la televisión, desenchufa la radio y abre un buen libro.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.