La vida es verbo y procrastinar es el elegido por Mariano Rajoy para gestionar la crisis Luis Bárcenas, aplazar, diferir, ponerse de lado hasta que la tormenta escampe, craso error, porque no tiene pinta de escampar. Cada día conocemos una nueva información que nos escandaliza más que la anterior y asistimos atónitos a la falta de explicaciones coherentes por parte del hombre que llegó a Presidente prometiendo decir la verdad, la suya, se entiende, pero al menos mejor que ninguna, que ninguna verdad que es a lo que estamos abocados.
Abocados a recortes y austeridad mientras nuestros dineros, los tuyos y los míos, se nos escabullen por los agujeros de los bolsillos de los estafadores varios que vamos descubriendo un día sí y otro también, estafadores de medio pelo que viven del estraperlo de comisiones y mordidas varias riéndose de los españoles y disfrutando del buen vivir ajenos a los problemas cotidianos de los ciudadanos de a pie, sufridores a pelo descubierto de la crisis.
Una crisis que no sería tal, al menos no tan grave, si durante los años de bonanza nuestros impuestos hubieran sido bien utilizados, aprovechando que nos venían bien dadas para ahorrar, para agrandar la hucha social a la espera de los momentos de dificultad que llegaron, como siempre llegan, y ante los que ahora no tenemos respuesta, condenados a sufragar los excesos, pero no los nuestros, que también, sino los de ellos, los que se enriquecieron fraudulentamente con nuestro esfuerzo fiscal.
Fiscalizando que es gerundio, y cuasirepito el título, para expulsar a todos de la vida pública, tal vez entre rejas, seguro desahuciados socialmente, con el objetivo de volver a generar una casta política menos endogámica y más creíble, capaz de sacarnos las castañas del fuego de verdad, apostando por la transparencia y sin tratarnos como si fuéramos idiotas, que no lo somos, aunque a veces lo parezcamos en las urnas.
Procrastinando, en definitiva, verbo que figura en el Currículum de Mariano Rajoy como su manera de entender la política, «a veces no tomar decisiones es una buena decisión» (sic), una inacción que demuestra la caladura de estadista del hombre que tiene encargado sacarnos de la actual crisis. ¡Qué pena no creer en Dios para poder pedirle ayuda!