Por algún defecto congénito que debe de tener el ser humano, todas las reformas estructurales de la economía se realizan en época de crisis, momentos poco propicios porque las urgencias del momento tergiversan las necesidades y ofrecen soluciones a corto plazo, en lugar de planes a medio-largo plazo.
Sin embargo, estas reformas realizadas con prisas en ocasiones son positivas debido al largo tiempo que habían sido esperadas, y un ejemplo meridiano es la Ley de Cajas, una modificación de los estatutos de estas entidades financieras que ayudará a su despolitización y a su profesionalización.
Porque hasta ahora las Cajas se habían convertido en instrumentos políticos para hacer y devolver favores en momentos determinados, provocando el desamparo del ciudadano que seguía confiando en la labor social, siempre loable, de las Cajas, aún desconociendo los tejemanejes que se traían los cargos electos de turno.
Ahora, si todo funciona como prevé la ley, la cosa ha de cambiar y la profesionalización será un hecho definitivo en las Cajas, ya que además se exigirá una serie de requisitos para todos aquellos que se sienten en los Consejos de Administración para garantizar que son dirigidas por profesionales y no por amigos de la persona adecuada.
Las Cajas son un rara avis en el sector financiero internacional, un valor que debemos seguir manteniendo en nuestro país porque aportan un valor añadido social al frío movimiento especulativo de dinero asociado al sector de la banca, pero sólo funcionando como es debido las Cajas tienen sentido.
Hay que aplaudir a Zapatero por haber sacado adelante esta modificación y al PP por haber negociado con el gobierno y permitido el llegar a buen término. Los dos grandes partidos de este país deberían de ponerse de acuerdo más a menudo para poder gestionar de manera adecuada los asuntos de Estados, pero ya sabemos que los tiempos electorales lo marca todo y en demasiadas ocasiones no es posible. De todas formas, esperamos que cunda el ejemplo.