Saludos, lectores hispano-parlantes. Saludos, lectores todos de esa gran lengua que es el español o castellano. Por aquí en España, y más en concreto en Castilla, tienen (tenemos) por orgullo ser los artífices de esa extendidísima lengua, nuestra lengua. Vivo en España y nací en España y, muy probablemente (y pronto al paso que voy), moriré en España, un país curioso cuanto menos.
La situación es ahora la siguiente: múltiples dialectos son tratados y tomados en cuenta como lenguas. Seamos justos para todos, ¿quién no reconoce que también el español-castellano en su día fue un dialecto latino? Política, sólo política y, por tanto, no merece la pena tomársela en serio.
Lo cierto es que desde más o menos finales del siglo XV el español fue tomando fuerza y es hoy en día una de las lenguas más poderosas del mundo y, si me apuran, yo diría que la segunda en fuerza y la primera en pujanza actualmente. Todo cambia, claro está, pero la fuerza de nuestro idioma se establece como un referente en cuanto a hispano-hablantes y se erige como un eco incuestionable en el ámbito cultural (¡pero qué bien quedan estas frases que hay que leerlas dos veces!).
¿Saben cuántos libros se publican al año en idioma español? Quizá unos pocos o bastantes, o tal vez demasiados.
Vengo a hacer esta reflexión por la doble vertiente o paradoja entre la fuerza de un idioma y la incapacidad de un autor para darse a conocer en los medios de comunicación. Recientemente, y con motivo de la traducción de una de mis novelas, entré en contacto con algunos no hispano-hablantes… ¡Cuán diferente la situación en países con idiomas menos extendidos! Los medios de comunicación, lejos de convertirse en La Quimera del Oro, se hacen más y más cercanos y la cultura mucho menos alejada del hombre de la calle. Para un checo que, reconozcámoslo, tiene un idioma poco extendido, la posibilidad de acceso y publicación es paradójicamente mucho menor pero, a la vez, mucho mayor la capacidad de difusión temprana de una obra.
Mientras publicar en español supone (en teoría) llegar a decenas millones de personas, publicar en idiomas minoritarios no tendrá una repercusión inmediata, pero sí una difusión mucho mayor al menos en los idiomas de origen. Luego están los García Márquez y demás, con una difusión macro-monstruosa de su obra, aunque también está Kafka traducido.
Otra gran diferencia es la evolución de un mercado totalmente marcado por la ampulosidad de los lectores, lo que viene a significar (casi siempre) una involución (¿innecesaria?) de los valores culturales. Basta tomar el ejemplo del cine americano y elegir cualquier título destinado a recaudar millones en taquilla: se puede uno arrancar con tenazas medio cerebro antes de ver eso que continuará prediciendo el final del filme. Lo mismo ocurre con cualquier libro dedicado de antemano a atrapar a los lectores menos… ¿avezados?: cualquier parecido con una obra de arte es pura coincidencia. Claro está, salvemos productos no destinados en principio a este fin que luego alcanzaron repercusión (dícese, nuestro reverenciado G.G.M., dícese Gabo para los amigos).
La evolución del mercado y la propia competencia parece configurar los productos (supongo que será una regla del marketing, pero prefiero no malgastar mi tiempo en semejantes reflexiones). Así, ¿sucede lo mismo con los mass-media? Nos miramos en el espejo de los anglo-parlantes y vemos unos medios de comunicación evolucionados y con múltiples facciones, medios al fin que se nos antojan libres de política.
No entraré en la situación en Hispano-América, pero sí en la que conozco, la española. Los medios, lejos de convertirse en ecos de la cultura, crean opinión y “mediatizan” (bonita palabra que a la vez viene del “medio”) los productos culturales para llevarlos al terreno que a ellos les interesa. ¿No llamaban a esto censura en otros tiempos? Es lo que ahora se llama “censura del mercado” empleando una especie de metáfora. Ya sea o no política, esta censura impuesta por los medios viene a ser un escollo con el que se encuentra cualquier autor literario y le viene a decir:
-Chico, escribe lo que yo diga o no escribas, porque si no lo haces no te van a publicar, porque yo controlo los medios de comunicación y sólo entra lo que yo digo.
Es la evolución de la antigua política, hoy encubierta y no llamada plutocracia como hacían los antiguos. Es la evolución de la prensa basada en objetivos económicos y sociales y, como también dirían los antiguos, políticos. Es la evolución de una gran lengua llamada española destinada al entendimiento de las personas. Es la evolución de un sistema que, lejos de acercarnos a la experiencia cultural, nos desvincula y nos crea opinión y nos obliga a leer.
¿Dónde quedó esa palabra llamada Arte?