Ciencia

Médicos: Invitados, profesionales y humanos

Las enfermedades muy graves en sus últimos momentos presentan una serie de dilemas éticos que no son fáciles de responder en absoluto. ¿Qué es lo más importante?, ¿la vida, o el bienestar del enfermo? ¿Debe respetarse su voluntad, aunque contraríe nuestras creencias? ¿Se debe luchar con todos los medios terapéuticos disponibles, aunque el enfermo los rechace consciente y serenamente? ¿Deben omitirse cuidados que nada beneficiarán al enfermo, aunque él o su entorno los pidan?

El acto médico es un servicio clínico prestado a un enfermo a su requerimiento. Hay, por tanto, dos actores, enfermos y médico, y un escenario, la enfermedad. A la hora de tomar decisiones en el ocaso de la vida debemos ser muy conscientes de nuestra triple condición: invitados, profesionales y humanos.

Somos invitados. El enfermo quiere que lo ayudemos: a aliviar su dolor, a mitigar su angustia, a contar sus miedos. No estaríamos ante él si no nos lo hubiera permitido, por lo que sería sacrílego intentar imponerle nuestras creencias en este momento de debilidad; no nos llama para eso. Respetaremos sus ritos de transición y sus costumbres, tan válidas como cualquiera de las nuestras. ¿O acaso alguien ha visto personalmente qué hay al otro lado de la puerta?

Somos profesionales. Debemos apurar toda la ciencia de que dispongamos hasta el límite de lo razonable, caminando por el estrecho sendero que bordean los precipicios del encarnizamiento terapéutico o de la negligente indolencia ante la muerte. Debemos plantar batalla a la enfermedad hasta el último aliento, pero con la vista puesta en el enfermo, no en una insana porfía estéril contra lo inevitable por una mal entendida defensa a ultranza de la vida.

Somos humanos. Habrá momentos en los que lo que pida el paciente, o lo que haya que hacer o dejar de hacer, nos superen, nos abrumen, nos derrumben. Siendo comprensivos con los conflictos morales de los profesionales, no debemos permitir que, de facto, supongan un tribunal inapelable que impida al paciente que se cumplan las demandas razonables que puedan formular. Junto a la objeción de conciencia del profesional, que jamás debe cuestionarse, debe velarse para que los conflictos morales individuales nunca estén por encima de las directrices éticas que recogen las guías deontológicas.

Las batallas ante la puerta por la que se sale de este mundo dejan heridas que no curan con facilidad. Por ellas sangran los recuerdos de llantos y el dolor, el sufrimiento y la pérdida, definitiva, del enfermo. Nuestro último acto médico ha de ser aplicar el bálsamo que cicatrizará las llagas de los dolientes, que les permitirá recordarlo por lo que fue, y por lo que hizo, y no por como nos despidió: luchamos hasta el último momento, mimamos sus últimas voluntades, y nos dejó rodeado del afecto de los suyos.

Sit Tibi Terra Levis.

Teodoro Martínez Arán

Médico

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.