Cuando era estudiante, un año nos fuimos la pandilla de amigos de vacaciones a Teruel, haciendo autoestop. Asà viajábamos de un sitio a otro, y nos alojábamos en casas de familiares. Allà trabamos amistad con Vicente, joven minero picador. Buen sueldo, pero justo, si tenemos en cuenta las caracterÃsticas de su trabajo. Como hacÃamos los demás del grupo, leÃa ávidamente literatura de todo tipo y, también, polÃtica, que habÃa sido difÃcil conseguir en el Franquismo.
Recientemente nos vimos y retomamos conversaciones sobre aquella etapa de nuestra vida y, cómo no, tratamos también de la actualidad. Vicente está cabreado, muy preocupado y confuso, porque no ve nada claro su futuro y el de su familia. Pero, hombre leÃdo, se plantea cuestiones generales de gran interés.
Me dice, por ejemplo, que no llega a comprender qué capacita a ciertos polÃticos para ocupar sus cargos o, más bien, ningún cargo. En eso estoy de acuerdo con él, como ya publiqué en El Librepensador. Es más, le resulta hasta sorprendente cuando, raras veces, un polÃtico acusa públicamente a otro de falta de capacidad, argumentada sobre la escasa formación y los resultados negativos o nulos de su gestión. O, igualmente, cuando un diputado, concejal u otro cargo comenta su pasado profesional demostrando que ahora está al servicio de los ciudadanos pero que tiene experiencia laboral, formación y conocimiento de las cuestiones y problemas como ciudadano, no sólo como polÃtico.
Sin embargo, Vicente está harto. Y rebuscando en sus lecturas me dice que habrÃa que disponer medidas para “reeducar†a banqueros corruptos o inmorales, polÃticos inútiles y otros elementos perjudiciales de la sociedad, sean duques o plebeyos. Y asÃ, me plantea que un sistema que ve óptimo, salvando las distancias y los grandes excesos, es el de los laojiao. Propone Vicente, nada menos, que quienes hayan contribuido o contribuyan al desastre que padecemos, además de devolver hasta el último euro y responder con su patrimonio personal y abonar las sanciones económicas que correspondan, sean objeto de una detención administrativa, como se hacÃa (y aún debe hacerse) en la China comunista. Y se les condene a pasar un tiempo, según su delito, en un laojiao o “centro de reeducación mediante el trabajoâ€. Lugares en los que estos individuos socialmente indeseables estarÃan internados para su rehabilitación a través del trabajo, a cambio de su manutención. No de dinero, y sin ningún privilegio.
Vicente cree que, estar de 6 meses a 3 años trabajando para la sociedad, por ejemplo, en las arduas labores que quedan por hacer tras los incendios de Valencia, Albacete y Murcia, les convertirÃa en ciudadanos respetuosos con la ley y con sus conciudadanos y semejantes. A la vez que se llevarÃan a cabo unos trabajos cuyo desarrollo adecuado está en el aire por la falta de recursos económicos. Y que tampoco les sentarÃa mal el esfuerzo fÃsico al aire libre, que incluso no sólo acabarÃan su detención reeducados sino, también, más sanos.
Yo no le he comentado nada a mi amigo Vicente pero, me resultó tan sorprendente su propuesta, que no he podido por menos que trasladárosla. Lo que sà debo decir es que, o el que la hace la paga, o el personal va a sumar a su inseguridad e indignación la creencia de que todo vale y de que cualquiera puede determinar el destino de los demás, aunque no sepa hacer la “o†con un canuto. Y eso, sà que no es conveniente para nadie.