Los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. Quien no tiene miedo al hambre tiene miedo a la comida.
La democracia tiene miedo a recordar y el lenguaje tiene miedo a hablar. Los civiles tienen miedo a la policÃa, los militares a la falta de armas, las armas tienen miedo a la ausencia de guerras.
Es tiempo de miedo. Miedo a la ausencia de vallas, miedo al tiempo sin relojes, miedo a la libertad. Miedo a la noche sin somnÃferos, miedo al despertar sin pÃldoras, miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a no poder comprar sin visa, miedo a la vida sin intermediarios.
El temor está en el centro de muchas dinámicas sociales y polÃticas: miedo a ser despedido por apoyar a unos y no a otros, miedo a decir lo que uno piensa verdaderamente, miedo a estar en contra o a favor, miedo si no se acatan las ordenes aunque sean abusivas e injustas… El pánico se ha convertido en el lenguaje dominante que refleja y explica lo que está pasando, vivimos en la época de los traficantes del miedo…â€
En este mundo sin asideros, el control de los medios de comunicación por parte de los traficantes del miedo nos da la imagen de un mundo «hostil» que necesita de protección. Y se hace con tal grado de abstracción que la alarma en el mundo actual es más difusa. En épocas pasadas, el ser humano tenÃa miedo a cuestiones concretas: guerras, hambrunas, catástrofes. Hoy desconfiamos de lo que sucede, pero no podemos concretar a qué tenemos miedo exactamente. En una reciente cumbre social celebrada en Roma, se concretaba que el 90% de los habitantes metropolitanos tenÃa algún tipo de miedo y el 42,4% sentÃa miedo fuerte.