Sociopolítica

Mil perdones

No recuerdo si fue aquí, en Dragolandia, o en la columna de El Lobo Feroz, que sale los martes en la edición impresa de El Mundo. Poco importa. Lo cierto es que fue. Dije en ese artículo, literalmente, y a cuento del entusiasmo erótico que despertaba en mí Sarah Palin, lo que sigue: “no dejaría de amarla ni aunque fuese tan cobarde como los soldaditos de las fuerzas de ocupación españolas destacadas en Afganistán”.

Se trataba, por supuesto, de una metáfora y no, en modo alguno, de una definición ni de un insulto. No había en mi ánimo voluntad de tal. Empeño mi palabra. Quizá, eso sí, se me fue la mano. Era una hipérbole. No siempre es fácil, para los escritores, dosificar el alcance de lo que escriben. Menos aún si lo hacen a vuelapluma y en alas de una declaración de amor.

La metáfora aludía a lo que unos días antes había dicho alguien, de nacionalidad afgana y relevancia política o castrense, a propósito de lo que hacían o no hacían, y de para qué servían o no servían, los soldados españoles presentes en su país. Lo leí unas horas antes de escribir mi columna y… Lo dicho: se me fue la mano. Pude poner la frase en cursiva y citar su fuente, pero no lo hice. Agobios de la prisa, apretujones del espacio, que siempre, en los periódicos, escasea.

Algunas personas se han sentido ofendidas. Lo siento. Les pido mil perdones. No era mi intención. Retiro lo que dije, anulo la metáfora, desactivo la hipérbole y solicito el indulto. No creo que los soldados españoles, ni los de ningún otro país, sean, en general, cobardes, aunque en algunos casos particulares puedan serlo. También lo son, a veces, los escritores. O los periodistas. O los notarios. O los porteros. Hay gente para todo en todas partes.

Cosa bien distinta es mi opinión acerca de la oportunidad o inoportunidad de la presencia de tropas extranjeras en cualquier país. Estoy en contra de eso. Afganistán para los afganos (que con su pan de higos y de higas se lo coman), América para los americanos y España para los españoles. No apoyo el llamado “derecho de ingerencia”. Lo considero un abuso. No creo que las misiones militares puedan ni deban ser humanitarias. Esa tapadera esconde siempre, no por parte de los soldados, sino de los políticos que los envían, intenciones colonialistas y defensa de intereses espúreos e inconfensables.

Cada país, como cada hombre, es hijo de sus obras, buenas o malas que las mismas sean. Lo que les sucede es de incumbencia propia, fruto exclusivo de su responsabilidad. No meto nunca las narices en la alcoba del vecino ni me gusta que el vecino meta las suyas en la mía. Las campanas ajenas no doblan por mí ni las propias doblan por el prójimo. Cada uno en su casa y Dios en la de quienes crean en Á‰l. Es mi filosofía: la del Tao. Discutible, sin duda, pero respetable, creo. El mundo iría mejor, a mi juicio, si lo dejáramos fluir. Todo, más tarde o más temprano, se arregla por sí mismo. Intervenir sólo sirve para agravar los problemas. ¿Solidario? No. Solitario.

Afganistán, por otra parte, es un país eternamente invadido, y quien lo invade –no es opinión, sino historia- termina por morder el polvo. Sacudámonos éste de nuestras botas, sean éstas militares o no.

Miguel Ángel González Portal publicó un artículo titulado Los cobardes – Carta abierta a Fernando Sánchez Dragó en el número 368 de la revista Fuerzas de Defensa y Seguridad. Le pido perdón

Bruno Navarro Rousseau-Dumarcet cerró filas con ese artículo en mensaje enviado al blog de mi web el día 8 de diciembre. Le pido perdón.

Gonzalo Rubio, cuatro días después, hizo lo mismo. Le pido perdón.

Otros blogueros siguieron sus pasos. Les pido perdón.

No leo nunca lo que llega a mi web. Javi Axia, en esta ocasión, me lo ha pasado.

Hoy es 24 de diciembre. Pax in terra.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.