Manuel Pastor estudió farmacia en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). Informático autodidacta y apasionado de la lectura y del cine, Pastor se enamoró de los fármacos desde muy pequeño. Años después ha hecho su sueño realidad como jefe del grupo de investigación en diseño de fármacos asistido por ordenador en el programa de investigación de informática biomédica, una unidad mixta del Instituto de Investigación Hospital del Mar y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
¿Cuándo sentiste la llamada de la ciencia?
Me apasionan los medicamentos desde pequeño. Ya con cinco años, mis hermanos leían el cómic de Spiderman y recuerdo perfectamente que me intrigaba cómo el héroe, un científico, creaba compuestos que podían revertir el efecto del veneno de los malvados. Me preguntaba cómo debían de funcionar estos compuestos dentro del cuerpo. Enseguida empecé a decir que quería trabajar haciendo investigación. Mis compañeros se reían de mí y preguntaban: ¿tus padres son ricos? ¿No? ¡Pues olvídalo! Vengo de una familia modesta, pero con suerte y dedicación he salido adelante bastante bien.
Así que debes tu vocación al hombre araña…
Creo que es un cómic fascinante. Hoy en día hay pocos casos donde el héroe es un estudiante, una persona intelectual y comprometida, con valores.
Hiciste un postdoctorado en Italia…
Era el año 1994, justo cuando Internet empezaba a ser conocido y utilizado. Todo estaba para hacer. Cuando llegué a Italia instalé el primer navegador en los ordenadores del laboratorio, ¡ellos ni siquiera se habían dado cuenta de que podían acceder a información y a bases de datos a través de Internet!
¿Pero no eras farmacéutico?
Si, pero aprendí programación durante el doctorado. De hecho, hacia el final de mi tesis ya creé una de las primeras redes de ordenadores en España –y cuando digo crear, quiero decir físicamente: ¡unir los cables de un ordenador con otro!– Después del postdoc en Italia, volví a Madrid durante un año y medio, pero la cosa estaba mal; no había trabajo en ninguna parte. Volví a Perugia, donde me ofrecieron trabajo en una empresa de software científico y trabajé durante tres años como responsable científico.
Y finalmente volviste a tu tierra…
Era 1999 y esta vez me contactó Ferran Sanz porque necesitaban profesores de bioestadística que encajaran, además, con las líneas de investigación del Instituto de Investigación Hospital del Mar (IMIM). Sobre todo me atrajo la parte docente, siempre me ha gustado. Para mí el dar clases no es una parte accesoria, es importante.
¿Qué diferencias has encontrado entre el mundo académico y la industria?
Tienen objetivos y metodologías distintos. Creo que lo importante es aprender qué tiene de bueno cada mundo e intentar aplicarlo. En mi grupo nos encontramos justo en la interfase entre ambos.
¿Y qué es lo mejor de cada mundo?
Del de la empresa me gusta que tienen objetivos claros y resultados prácticos. No tengo nada en contra de la investigación básica, pero prefiero la investigación que tenga un impacto claro en el mundo donde vivo. En lo académico hay más libertad de creación y más contacto con gente joven e investigadores que empiezan. Esto es especialmente enriquecedor porque al tener que explicar las cosas varias veces, ¡al final las entiendes mejor tú mismo!.
Maruxa Martínez-Campos / SINC