En nuestro país la participación de las familias en el funcionamiento de los centros escolares se lleva a cabo a través de las asociaciones de padres y madres, y de los Consejos Escolares (de centro, provinciales, regionales y nacional), cuya estructura y funcionamiento están sujetos a la legislación. Es decir, su catalogación encaja perfectamente en el modelo que los expertos denominan burocrático. Es evidente que, además de esa participación delegada (transida de politización hasta su médula), los colegios comunican a todas las familias las decisiones que estiman oportunas (boletines de calificaciones, modo de comportarse los hijos en el colegio, etc.), cuando lo creen conveniente y a través del medio que consideran más funcional. Asimismo, todos los profesores y profesoras mantienen entrevistas a lo largo del año escolar con cada familia para comunicarle lo que estimen oportuno de sus hijos y recíprocamente: las familias tienen la posibilidad de solicitar alguna reunión con el tutor, o tutora, de sus hijos, dentro del horario previsto para dichas consultas. Y, por supuesto, a veces las familias son convocadas a determinadas reuniones colectivas, en las que se les suele informar de aspectos comunes a todos los alumnos y alumnas de un grado escolar.
La investigación más completa y rigurosa que existe para comprobar la eficacia de ese modelo de relación es la llevada a cabo por un grupo de profesoras y profesores universitarios bajo el patrocinio del Consejo Escolar del Estado (2014). Con el fin de no extenderme demasiado, y puesto que la consulta de dicha investigación es libre y gratuita, a continuación me limitaré a resumir los principales resultados hallados en lo que respecta a la relación existente entre dicho modelo de participación familiar y el rendimiento académico de los alumnos.
En la escuela infantil, el orden de mayor a menor importancia es éste: 1º) sentimiento de pertenencia al centro escolar; 2º) altas expectativas de los padres con respecto a las capacidades de sus hijos; 3º) supervisión educativa por parte de los padres; 4º) comunicación accesible y frecuente con el profesorado. La asistencia a las reuniones colectivas convocadas por los centros, la pertenencia a las asociaciones de padres y de madres (AMPAS), o la implicación en los consejos escolares, no poseen ningún efecto sobre el rendimiento académico de los hijos. Los resultados fueron idénticos para las familias de alto nivel socioeconómico, de tipo medio y bajo, y para las procedentes de la emigración.
En la enseñanza primaria, el orden de mayor a menor importancia es éste: 1º) altas aspiraciones de los padres respecto a la educación de los hijos; 2º) sentimiento de pertenencia al centro escolar; 3º) conceder autonomía a los hijos para realizar los deberes escolares; 4º) disponer de un buen ambiente de estudio en el hogar; 5º) ser socios de las AMPA; 6º) participar en las elecciones del consejo escolar; 7º) asistencia a las actividades escolares organizadas por los centros. En este nivel, las variables mencionadas en las líneas anteriores ejercen un efecto más positivo en las familias de alto nivel socioeconómico y cultural que en las de nivel bajo, llegando a ser negativas en las familias desestructuradas.
En la enseñanza secundaria obligatoria, los resultados son casi coincidentes con los hallados en la enseñanza primaria. La principal diferencia radica en que en este nivel la pertenencia al AMPA no tiene ningún efecto y que la mayoría de las variables participativas que tenían un efecto positivo en la escuela primaria, en este otro pasan a tenerlo negativo en el caso de los hijos procedentes de familias emigrantes. Es decir, se demuestra que cuanto más participan las familias emigrantes en las actividades escolares, menos favorecen el rendimiento académico de sus hijos, lo cual parece realmente sorprendente. Asimismo, en este nivel la asistencia a las reuniones escolares promocionadas por los centros posee efectos negativos sobre el rendimiento académico de los hijos. Finalmente, es necesario recalcar que los autores de este importante estudio no encontraron diferencias significativas en los resultados hallados, según fuera el tipo de colegio al que asistían los hijos (públicos, concertados y privados totalmente).
A la vista de los resultados obtenidos en la investigación que acabo de comentar, parece bastante evidente que el Ministerio de Educación, junto con las Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas (regiones), debería encargar a un grupo de expertos la elaboración de una especie de “Libro Blanco” sobre la participación de las familias en la vida de los centros escolares, en el que se presentara, con la mayor objetividad posible, la situación española y a continuación un desapasionado análisis de las experiencias más exitosas a nivel internacional. Posteriormente, ese Libro Blanco tendría que facilitarse a los claustros escolares y a las asociaciones familiares para que emitieran sus opiniones y para que ofrecieran nuevas alternativas. Finalmente, los expertos que elaboraran ese Libro Blanco, el profesorado de todos los niveles y los padres y madres que lo desearan, deberían discutir sus opiniones y propuestas en un Simposio Nacional. Después sería el momento de aprobar una legislación susceptible de incluir las conclusiones de todo ese trabajo previo. Si hay un acuerdo general entre todos los actores que intervienen en la educación (familias, profesorado e investigadores) es en la necesidad de participación de toda la tribu si de verdad se desea mejorar la calidad de los sistemas educativos y contribuir a la felicidad de los niños y jóvenes (no se olvide que pasan más de cinco horas diarias en la escuela, durante 10 meses anuales, y a lo largo de un tercio de sus vidas).