Hoy en día se dispone de miles de datos y de rigurosos análisis teóricos que confirman que el fracaso escolar se genera por una confluencia de factores que interactúan entre sí, tales como el nivel económico y cultural de las familias, las políticas educativas diseñadas por los gobiernos, el currículum oculto de las escuelas que condiciona los modelos didácticos utilizados, la forma de llevar a cabo la evaluación de los aprendizajes y la estructura organizativa. Pues bien, a pesar de esos datos y estudios, todavía subsisten una serie de mitos para explicar la génesis y las características del fracaso escolar, como asimismo todo lo relativo al diseño de soluciones.
A) Referidos a las causas
El mito más frecuente es la aceptación de que los alumnos que fracasan escolarmente no poseen las capacidades mínimas para lograr los aprendizajes propios de un determinado ciclo o nivel escolar, bien sea en todas las materias, o simplemente en alguna de ellas. Esa asunción teórica resulta absolutamente inaceptable cuando se constata que en la mayor parte de los países europeos, o incluso en los Estados Unidos, el porcentaje de alumnos que no logra dominar los objetivos mínimos al finalizar la escolaridad obligatoria se sitúa entre el 30 y el 40 por ciento, salvo en aquellos países que al finalizar la enseñanza primaria eliminan a los alumnos que ya poseen fracaso escolar, situándolos en ramas de escasa o nula relevancia social (el país donde se ofrece esa solución de forma más contundente es en Austria), o bien en aquellos otros que derivan a los alumnos con más bajas calificaciones académicas, durante los últimos años de la enseñanza secundaria obligatoria, hacia circuitos curriculares de menor consideración social y académica (en España, la ley de educación, conocida como LOMCE, puso en marcha esta alternativa bajo la denominación de formación profesional básica, y los resultados han demostrado que más del 50% del alumnado fracasa). Por otra parte, no parece razonable admitir que unas tasas de fracaso escolar que afectan a más de un tercio de la población estudiantil al finalizar la enseñanza obligatoria sean debidas a la falta de capacidad de ese alumnado. De ser cierta dicha interpretación tendríamos que aceptar que nos ha caído encima alguna maldición diabólica, capaz de convertir a casi la mitad de la población escolar en subnormal, o afecta de misteriosas enfermedades mentales y disfunciones cerebrales.
Otro de los mitos más común en relación con las causas del fracaso escolar consiste en afirmar que la razón principal radica en el excesivo número de alumnos por aula. Sin embargo, las investigaciones demuestran que, dentro de ciertos umbrales (por ejemplo, entre 25 y 40 alumnos por aula), el que haya más o menos alumnos no influye para nada en las tasas de fracaso escolar. Es más, algún autor (por ejemplo, Cherkaoui) ha demostrado ampliamente que, dentro de los umbrales citados anteriormente, la ratio más favorable es la que se acerca al umbral máximo. Cualquier persona que sea mínimamente neutral sabe que este mito es totalmente falaz, pues nunca en la historia de la humanidad han existido ratios tan bajas como las que hoy se dan en los países de economías avanzadas y, paradójicamente, nunca han existido tasas de fracaso escolar tan elevadas como las actuales. Por favor, seamos honestos y admitamos que la lucha por el descenso del número de alumnos por aula es una reivindicación sindical justa socialmente hablando, pero que nada o poco tiene que ver con el tema del fracaso escolar. Incluso se podría asegurar con rotundidad que, dentro de esos umbrales, la ratio alumnos-profesor no mejora ni empeora la excelencia de los centros escolares.
- B) Referidos a las soluciones
El mito más extendido consiste en creer que la mejor solución para evitar el fracaso escolar es la creación de escuelas y aulas especiales para estos alumnos. Es evidente que cuando a los alumnos que fracasan escolarmente no se les permite continuar en las mismas escuelas o aulas que al resto de compañeros, el problema se suprime en lo que podríamos denominar colegios normales. En una buena parte de los colegios privados, destinados para alumnos pertenecientes a familias con un nivel de renta económica muy superior al promedio de un país, se lleva a cabo esa exclusión y, como todo el mundo sabe, sus equipos directivos se jactan públicamente de que en tales centros las tasas de fracaso escolar son irrelevantes. En definitiva, esta solución consiste en poner en práctica aquel dicho popular de «muerto el perro se acabó la rabia». Sin embargo, aun admitiendo que dicha solución puede ser eficaz, no es menos cierto que implica una carga ideológica de muy difícil aceptación en las sociedades democráticas (no se olvide que tendría que ser puesta en práctica para más de un tercio de la población escolar en los últimos años de la enseñanza obligatoria). Llevada hasta sus últimas consecuencias esta solución, se podría defender la eliminación total del sistema escolar de esos alumnos y, de esa forma, haríamos bueno este dicho popular: «hubo una vez un pedagogo extraordinario: se llamó Herodes».
A la vista de los peligros sociales que tal solución entraña, los partidarios de la misma menos radicales defienden la existencia de Programas Curriculares Diversificados dentro de la misma aula, nivel y ciclo escolar para este tipo de alumnos (siempre son programas curriculares de menor consideración social que los que se aplican a los alumnos exitosos). Esta solución, contemplada en la legislación escolar de la mayoría de los países europeos, ha demostrado ser absolutamente ineficaz para paliar el fracaso escolar y mucho menos para erradicarlo (hay múltiples datos que demuestran la ineficacia de esta medida). Por otra parte, cuando se intenta aplicar esta medida aparecen problemas colaterales de muy difícil solución, ya que resulta muy complicado ponerse de acuerdo en cuestiones como éstas: hasta dónde puede llegar la diversificación curricular, quién o quiénes van a decidir los límites, cuáles serían los criterios más aceptables para determinar qué y cuánta diversificación curricular necesita un alumno concreto, etc., etc.
Otra solución mítica, que ha sido puesta en práctica en todos los países con sistemas escolares bastante avanzados, ha consistido en dotar a los colegios de expertos dedicados a diagnosticar el problema y a suministrar apoyos psicopedagógicos individualizados a los alumnos que fracasan escolarmente, dentro de la escuela y en el horario escolar lectivo. Como acabo de decir, esta solución es la más común en todos los países europeos (Grecia podría ser una excepción) y, sin embargo, las estadísticas han demostrado una y otra vez que el problema no decrece aún en aquellos países donde existe una saturación de estos profesionales en los colegios, como puede ser el caso de los Estados Unidos y de Canadá. Incluso hay algunos estudios que han demostrado que un elevado número de estos profesionales en los colegios puede producir efectos contrarios para los alumnos con problemas en el aprendizaje académico, debido a que dichos profesionales se dedican preferentemente a poner a esos estudiantes etiquetas diagnósticas que les marcan para toda la vida.
A la vista de la abundancia de hallazgos empíricos que hay acerca del fracaso escolar procedentes de investigaciones rigurosas que echan por tierra todos esos mitos, resulta difícil entender que continúen teniendo una dimensión pública tan importante. Una de las posibles razones de la pervivencia social de tales mitos es el peso tan enorme que poseen los gobiernos y ciertos grupos de presión corporativos en los medios de comunicación, lo que les permite fácilmente vender al gran público que las causas radican en la falta de capacidad y de motivación del alumnado, como asimismo para publicitar que se dedica una buena parte del presupuesto destinado a la educación a paliar esta lacra social. Por desgracia, ese tipo de verdades a medias siempre existirán. De ahí la importancia de presentar a la sociedad los hallazgos empíricos que contradicen esas falacias interesadas. Por otra parte, además de esas razones explicativas de la persistencia de ese tipo de mitos, hay otras variables generadoras del fracaso escolar, imposibles de constatar cuantitativamente, pero sí de forma cualitativa a través de la observación y de la experimentación, que resultan mucho más esclarecedoras para comprender su génesis. Me refiero concretamente al papel que tiene el currículum académico, tanto en la fase de su diseño (dependiente de los políticos) como en la de su ejecución (dependiente del profesorado).