La moda para este otoño está clara, se llevan los planes de austeridad, los recortes presupuestarios, un quíteme de aquí esos euros, o esas libras, y me las pone allí, o mejor, me las deja en el bolsillo que mucho me temo que no vamos a recaudar lo suficiente.
Y, ¿qué quieres que te diga? Me parece que esto de la crisis al final nos va a venir bien, porque por fin comenzaremos a comprender que el volumen de nuestras Administraciones, no sólo en España sino en el mundo, era excesivo, habíamos sobrepasado ya los límites del sentido común y nos aprovechábamos del diabólico efecto del «free rider».
Como nadie pagaba directamente los gastos de la Administración pública nadie parecía sentirse ofendido, realmente ofendido, por el dispendio que contemplaba cada día, por la cantidad de amigos, amigÁ¼elos y amiguillos que saltaban a cargos de responsabilidad en cuanto el politicucho de turno lograba un puesto político, o por los excesos en el gasto que se producían, o por las obras faraónicas que se comenzaban para ganar unas elecciones y que luego nadie recordaba.
Pero entonces había dinero, y a nadie le parecía importar. Se recaudaba mucho dinero vía impuestos porque la actividad económica era boyante y en pleno crecimiento así que nunca faltaba dinero en la caja cuando se iba a echar mano de él, hasta que llegó la crisis.
Y con la crisis el dinero comenzó a escasear, y las obras que antes se podían pagar se tuvieron que aparcar hasta mejor ocasión, y las Administraciones públicas comenzaron a comprender lo que era vivir con escasez, pero tardaron en reaccionar, siguieron viviendo con la misma alegría confiando en que la tormenta escamparía en breve, pero no escampó, se mantuvo pertinaz, y ahora estamos pagando las consecuencias.
Unas consecuencias que pueden ser positivas si aprendemos la lección, si nuestras Administraciones públicas comienzan a gestionar nuestro dinero de manera eficiente, gastando lo necesario, invirtiendo lo justo y redistribuyendo de manera adecuada, encargos para los que elegimos a nuestros representantes, y que parecen olvidar en cuanto ocupan un cargo de responsabilidad.
Si la crisis sirve para que nuestras Administraciones rebajen su nivel de gasto habrá valido la pena el esfuerzo, pero mucho me temo que esto sólo es una nube pasajera que se marchará con el viento de la recuperación económica.