¿Indecencia global o gobiernos éticos?
El Poder es una fuente de hipnotismo social para quienes carecen de información y espíritu crítico. Por eso, quienes manejan los hilos del Poder, cualquiera que sea su forma de presentarse ( político, religioso, económico, etc) ponen en marcha ingentes recursos económicos, informativos y humanos para mantener a la grey bajo un estado de conformismo pasivo y obediente.
Los hipnotizadores que están al mando en el campo concreto de la política, que tratamos hoy, suelen tener títulos universitarios, son premiados,votados y expuestos en los escaparates mediáticos como modelos y tienen el éxito suficiente en su diario trabajo de equipo como para que las mayorías acepten ser domesticadas. Craso error.
¿Monarquía, Dictadura o República?
Hasta ahora no hemos sabido darnos en el mundo una forma de organizarnos que no sea una de estas que en el mejor de los casos dicen encarnar la soberanía popular. Las diferencias entre están en los modos externos, en las fachadas que el Rey, el Presidente de la República o el Dictador de turno determinen mostrar de acuerdo con sus asesores, sus amigos, sus validos, sus valedores y sus benefactores para mantener sus privilegios.
Con estas bases tanto dan los apellidos con que se adornen: Monarquía Parlamentaria o Absolutista, Dictadura del Proletariado o Fascista. Y ¿Qué tienen en común? El Estado. Siempre anda por medio el Estado con toda clase de derechos, incluido en gran parte del mundo el derecho sobre la vida de sus sostenedores, los ciudadanos, a los que puede empobrecer, mentir, condenar a muerte o enviar a una guerra cuando lo deciden los altos mandatarios, da igual la forma de gobierno que sea. ¿Y quién controla al Estado? Los más ricos y el alto clero. No los partidos que se dicen de izquierdas ni los sindicatos que se dicen obreros. Estos carecen del suficiente poder de control. Es culpa suya, aunque también, y por dos razones: porque ni son de verdad lo que dicen ser y porque – también por eso- carecen del suficiente apoyo popular en los regímenes que los permiten legalmente. En cambio sí gozan todos ellos del apoyo del Estado y viven a sus expensas. Así las cosas ¿cómo no van a ser buenos chicos?
El Estado representa a multitudes, por desgracia
Es el caso que no hemos sabido aún llevar a cabo una alternativa a un Estado que no sea otro Estado, aunque haya ideas para hacerlo más soportable, como una democracia real y participativa, mientras otras más radicales exigen su disolución y una democracia directa, como pide el pensamiento libertario. El caso es que no haya patrones incontestables ni desigualdades y abusos sociales, y triunfara el nosotros sobre el yo,mí, para mí, que constituye el núcleo duro del entramado personal, económico, social y político del mundo
A muchos ya nos gustaría que algún día fuese posible un mundo donde no hubiera ricos ni en consecuencia pobres, ni una institución todopoderosa que decidiera sobre nosotros, contra nosotros y sin contar con nosotros. Pero eso exige otro estado de conciencia general del que hoy se carece, pues de tenerlo habría ya un gobierno representativo de la voluntad popular en todas partes que haría posible la justicia, la igualdad, la fraternidad y el triunfo del nosotros sobre el yo, mí y para mí, símbolos estos del egocentrismo por el que se rigen millones de personas e instituciones en nuestro mundo y que los Estados encarnan como instituciones representativas del egoísmo general. Sí, hay que decirlo en voz alta: El Estado es representativo de todos los que viven mirándose el ombligo y se dejan conducir como ovejas al matadero, pero – gran concesión- se les permite votar al matarife. Así que algo habrá que cambiar si queremos que eso no suceda.
¿Cambiar, qué?
Debido a prejuicios culturales, ignorancia, tradiciones ancestrales, miedo y otros ingredientes, pocos osan pensar y vivir de un modo alternativo a cualquier forma de gobierno de un Estado-protector. Sin embargo, y debido a los ingredientes mencionados, el Estado-protector está siendo sustituido con celeridad por gobiernos “ultras” tanto política como económicamente y desapareciendo por momentos su “halo” “·paternal”, porque esta nueva versión del Poder de Estado en manos de los usureros y sus monaguillos, que ofician en Bolsas y en otros juegos malabares del mundo financiero y militar, ha usurpado definitivamente a la siempre teórica soberanía popular en los Estados llamados democráticos y se ha lanzado a poner en manos privadas todo el patrimonio nacional y a una inacabable escalada de recortes y privatizaciones de los servicios esenciales como sanidad, educación, seguridad, y hasta las cárceles, como ya sucede en los EEUU, el cínico paradigma de democracia occidental.
Es oportuno recordar que en EEUU existen más de cuarenta millones de pobres y creciendo, se vive cada vez más claramente en un estado policial hasta con ejércitos privados que trabajan “bajo cuerda” como los que operan en Oriente. Y EEUU es una República, forma de gobierno a la que aspiran tantos en España ¿Puede ser este un modelo? ¿O acaso es preferible el modelo francés, el italiano, el griego, el alemán, el ruso, o el cualquiera de las llamadas democracias controladas por los ricos? Por los ricos, cuidado, pero nunca por el pueblo de ninguno de esos países.
Y el rostro visible de los ricos que tanto se mencionan aquí es polifacético: en primer plano se hallan FMI, Banco Mundial, Banco Central Europeo, ( des) gobierno de la Comunidad Europea, y allá al fondo, pero moviendo los hilos correspondientes, el Departamento del Tesoro Norteamericano, La Organización Mundial de comercio, los grandes Bancos ( como el Goldman Sachs) y los grandes consorcios multinacionales de la energía, el automóvil, las industrias químicas, las telecomunicaciones y el armamento, sin olvidar las grandes compañías de Seguros y las industrias agroalimentarias. Ponerse de acuerdo todos estos grandes buitres debe ser complicado, sí, pero para esto está la política. No vayan a creer que votando república, por ejemplo, van a cambiar las paredes maestras del siniestro edificio neoliberal. Lo que hay que cambiar es otra cosa.
Naturalmente, lo que hay que cambiar siempre lo decide el estado de consciencia de las mayorías, que es justamente la diana de todos los poderes de los Estados y de sus gobiernos. Allí acuden en tropel todas sus huestes de hipnotizadores: los políticos, los escribas y líderes de medios mal llamados de comunicación, los profesores integristas y los integristas de sotana para mantener a la gente en estado mental catatónico. Por desgracia para ellos, los hipnotizadores suelen tener títulos universitarios, son premiados, y expuestos en los escaparates mediáticos como modelos y tienen el éxito suficiente en su diario trabajo de equipo como para que las mayorías acepten ser domesticados. Pero esto puede y debe ser superado. Confío en que nuestra especie, aclamada por tantos como la más inteligente de este Planeta, nos haga salir de dudas acerca de esta afirmación y sea capaz de reaccionar y reconocer a un hipnotizador para no dejarse llevar al precipicio como los ratones del cuento del Flautista de Hamelín.