En un remoto y vastísimo territorio asiático, en que confluyen las influencias de entre otros, China, Mongolia, Kazajstán, Rusia y Afganistán se está produciendo una sangrienta rebelión, reprimida brutalmente por el Gobierno chino.
Las reacciones en el exterior son tibias, motivadas por no hacer enfadar a la nueva superpotencia y porque hablamos de un lugar exótico, lejano y poco poblado, a pesar de triplicar la extensión de países como España o Francia.
Concretamente España, guarda un crudo silencio ante la matanza china. Este mutismo contrasta con el alboroto de Exteriores para el caso de Honduras. Se llama a consultas al embajador de este país hermano, donde por desgracia, ya ha habido al menos dos muertos, aunque todavía se podrá parar un baño de sangre si la comunidad internacional pone paz en lugar de discordia y confusión.
El caso de los 156 muertos oficiales (tal vez muchísmos más, escondidos por la censura comunista) no interpela la atención del Gobierno de España. Ya en 2007, llamamos la atención acerca de la feble y absurda actuación de la Administración Zapatero en el exterior [1], y los actuales hechos son buena muestra de que el autismo gubernamental sigue haciendo de las suyas[2].
El asunto podría despacharse con una cínica declaración, al alimón con otros países de la Unión Europea, pero de momento sólo DurÁ¢o Barroso ha hablado de «los progresos en el diálogo con China en materia de derechos humanos»[3], que sólo él, en su infinita sabiduría, alcanza a ver.
No debe generalizarse la idea de intervención internacional y «manu militari» en todas partes y frente a cualquier conflicto, pero el disimulo frente a los demanes de los poderosos es absolutamente sonrojante en la decadente Europa.
Tampoco hay que posicionarse necesariamente a favor de los belicosos uighures, famosos en la historia como guerreros, y algunos de cuyos miembros se han unido al terrorismo islámico. Empero, esta circunstancia ha sido no la razón, sino una excusa para homogeneizar Sinkiang con chinos «han» y preterir y reprimir constantemente a esta minoría, como a otro medio centenar de las que se hallan en el imperio de Pequín. De la represión a uighures y su disminución de aproximadamente un 80 al 40% de la población de Sinkiang devienen estas calamidades.
El asunto se complica por los presos uighures en Guantánamo, algunos de los cuales, ya libres, están siendo reenviados a Bermudas, y otros podrían marchar a Palaos, y por qué no, a España. A lo mejor, la infinita cobardía de nuestro gobierno, empeñado en hacer el avestruz continúa atacando a Micheletti y metiendo las narices en un conflicto civil en Honduras; en cuanto a China, el señor Moratinos sigue en la más triste de las inopias.
Notas:
[1] López Cabello, F.A. «La política exterior española hace el ridículo: de Marruecos a Chad», en «El Manifiesto», 7-11-2007. [2] Ni siquiera se hace referencia a la revuelta, como recomendación para viajar a la zona, en la página oficial del Ministerior de Asuntos Exteriores. http://www.maec.es/es/MenuPpal/Paises/ArbolPaises/China/Recomendaciones%20de%20viaje/Paginas/recoChina.aspx [3] La despedida de DurÁ¢o no puede ser más cobarde e irrelevante.