Hay personas que se apuntan a una oenegé porque les gusta ayudar a los demás.
Hay personas que apadrinan a niños del Tercer Mundo porque se solidarizan con los desheredados.
Hay personas que se van de misioneros a Ãfrrica porque son felices haciendo felices a los pobres.
Hay personas que dan grandes sumas de dinero porque disfrutan contribuyendo al bienestar de sus semejantes.
Hay personas que se van caminando a Santiago de Compostela por una promesa…
Y hay personas que sonrÃen cuando te atienden.
El lunes pasado me dirigÃa a casa después de trabajar, habÃa tenido un mal dÃa. SerÃan las 21 horas más o menos. HacÃa frÃo. En la calle, una espesa niebla hacÃa difÃcil la visión. Entré en una tienda. No habÃa clientes, solo la persona que atendÃa el negocio y yo. Cogà lo que querÃa y me dirigà a la caja para pagar pero, no habÃa nadie allÃ. Esperé cerca del mostrador. De repente, alguien salió de una habitación y vino hacia mÃ, me miró y sonrió. La sonrisa era franca, abierta, tenÃa verdad… Entonces, se me abrió el cielo. Qué fácil soy de contentar-pensé-, qué barato soy. Gracias anónima persona. Te puedo decir que para mÃ, lo que me diste tiene mucho valor.