Recurrir a la mayoría absoluta para impedir la comparecencia del presidente del Gobierno en momentos tan confusos como los que estamos padeciendo, resulta, cuando menos, vergonzante. Todo un desprecio a la democracia, y por ende, a sus ciudadanos, necesitados y con todo el derecho a conocer que es lo que está ocurriendo, todo ello explicado y debatido en el Congreso de los Diputados. La desafortunada intervención protagonizada por parte del mediocre portavoz del PP, Alfonso Alonso, en la sesión parlamentaria del pasado día 11 fue bochornosa. Un político no puede perder el control hasta ese grado de crispación, fiel demostración de una inseguridad que le traiciona y delata cada vez con mayor frecuencia en sus apariciones públicas. Bien haría la formación conservadora en relevar a este comunicador, que tanto incordia e incomoda pero que a nadie convence.
Muchos de los políticos, o al menos un porcentaje considerable de ellos, responsables de la gestión central, autonómica y municipal española, poseen un ADN enfermizo. Viven cegados pensando en como incrementar su poder, aprovecharse de él y como consecuencia, aumentar sus fortunas personales. Lo suyo sería, metafóricamente, disponer de una vacuna, aplicable anualmente, que al menos controlara y limitara la ambición de estos indeseables. Guste más o menos y pidiendo disculpas por el método propuesto, sería el único camino viable para recuperar o al menos mejorar nuestro prestigio como país en todos los aspectos.
Pretender eludir por parte del Gobierno el deterioro socio eoconómico originado por los comentarios de inseguridad de cuatro importantes bancos europeos de inversion, en relación con el «caso Barcenas», pago de sobresueldos en negro, financiación irregular del partido, etc., no pasa de ser una boutade más del presidente, aconsejado por su inútil equipo de asesores.
A tenor de las declaraciones de la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría, anunciando que «el presidente no está obligado con las cámaras sino con los ciudadanos», cabe sospechar que Rajoy, sintiéndose cada vez más atenazado y bloqueado, contemple la posibilidad de no asistir al Parlamento para evitar el tener que someterse a las durísimas interpelaciones de los portavoces de los distintos grupos, y sustituirlo con un mensaje televisado desde la Moncloa para todos los españoles. Tal atrevimiento, de una osadía inaudita, constituiría un tremendo escándalo, pero le evitaría la violencia que conlleva la comparecencia parlamentaria y las posibles consecuencias.
Sobre la propuesta de una «moción de censura» efectuada por el amortizado Rubalcaba (PSOE) con escaso éxito, en esta ocasión, no parece el procedimiento más adecuado como instrumento de coacción para obligar al presidente a que acuda al Congreso de los Diputados. Sería como desnaturalizar la utilización de una fórmula orientada hacia otros fines, cuyo resultado ya se conoce previamente dado que el PP dispone de la mayoría absoluta.
La ausencia de liderazgo por parte de Rajoy, vital en ciertas circunstancias como las actuales, es el fiel reflejo de una gestión teñida de luces y sombras, temores e inseguridades, ocultaciones y desvíos, mentiras y silencios, disimulos y evidencias… que al final e inexorablemente terminan aflorando. De ahí que muchos de los que le votaron el 20-N, hartos del inane Zapatero, ya no repetiran en las Generales del 2015, salvo que ocurra un milagro, o bien decida darle paso a su vicepresidenta con el compromiso de sanear el partido y prescindir de todos aquellos que están sobrado por multiples motivos, ocultos y conocidos…
Todo parece indicar que todavía nos encontramos en el primer acto de una tragicomedia repleta de enredos, que está provocando enfrentamientos de todo tipo y a la que todavía le queda un gran recorrido con consecuencias de lo más variopinto e inesperado. Curiosamente, en las tertulias de debate que están floreciendo como setas, tanto en radio como en TV, cuando se trata sobre este tema, las diatribas entre periodistas de los distintos medios están elevando el tono notoriamente; escuchándose velados insultos, ironías, descalificaciones, aprovechamientos..etc. ¡¡Tiempo al tiempo!! (como le diría Arriola a Rajoy). Si al presidente se le ocurre dar la cara antes de irse de vacaciones a Ribadumia (Pontevedra) y faltase a la verdad, el remordimiento le provocaría la pérdida del apetito, llegando a odiar percebes y nécoras, pero si decide postergarlo para después del verano, le ocurrirá algo parecido: no le entrará ni un delicioso caldo gallego… En definitiva, tiene un panorama sumamente negro por no afrontar los problemas en su momento y evitar que la herida se infecte. Aún así, todo lo que pueda improvisar y aportar ahora, suscitará muchas dudas, dado que si siempre se ha actuado correctamente y no existe nada que ocultar… ¿a qué viene tan prolongado silencio?