Las masas de la plaza Al-Tahrir, de Alejandría o Suez que demandaron libertad y democracia no son lo mismo que el resto los países árabes, cada pueblo y cada sociedad, así como cada gobierno tiene diferentes proyectos, perspectivas y necesidades. Las movilizaciones no tienen ni las mismas causas ni los mismos objetivos, aunque es cierto que el escenario esta abierto. No obstante la transición egipcia como la tunecina necesitara demostrar inequívocamente su voluntad y determinación en la senda correcta hacia lo que se pregona como un devenir democrático y positivo.
De momento, mas allá de todo el empuje que se prende publicitar en función de intereses que no son los de los 82 millones de egipcios ni de la totalidad de la población de Túnez, me inclino por analizar con realismo los hechos. No me seduce la idea, ni me apura la tentación de colocarles nombre a las manifestaciones que aun no han dado la talla de verdaderas revoluciones. En todo caso, finalizadas las protestas y derrocados los dictadores, es ahora cuando debería comenzar la verdadera revolución y los cambios. Pero cuidado, en Egipto todo huele más a golpe de estado que a la caída de una dictadura. ¿Quién tiene el poder ahora? ¿El pueblo? No; es el Consejo de las Fuerzas Armadas quien dirige el país. ¿Y quien conduce ese consejo? El señor Mohammad Tantawi, un general de 63 años, un conservador de línea dura, el mismo que hasta los tumultos fue ministro de defensa de Hosni Mubarak. Tantawi no es ningún revolucionario, por el contrario, es un militar retirado que como coronel combatió al mando de sus tropas en estrecha alianza con los EE.UU. contra el ejercito de Saddam Hussein durante la primera guerra del Golfo, y en el presente, es buen gerente de las empresas donde las Fuerzas Armadas egipcias poseen grandes paquetes accionarios en campos tan variados como la industria turística, gasolineras, panificadoras, fábricas de electrodomésticos, cementeras, financieras y hasta bancos. No cabe duda que Mohammad Tantawi se convertirá en un administrador de los privilegios que el y sus camaradas de armas gozan. La realidad indica que el país de los faraones hoy es gobernado de facto por una junta militar designada por Mubarak antes de renunciar. Por tanto, aquellos que esperan concesiones y cambios de cara a elecciones libres deberían (de minima), aguardar el curso de los acontecimientos de los próximos meses, para no sentirse defraudados o frustrados.
Se debe entender que en el mundo árabe-islámico hay ideologías en pugna que emergen según el escenario y las facilidades de las que puedan servirse en determinado momento político, es tiempo de enterarse que existe una guerra de las ideas en curso cuyo epicentro se produce como se observa hoy día en aquella región del planeta, de ahí que las cosas no han estado bien allí por los últimos 30 años, pero no hay que ignorar que siempre pueden estar peor. No alcanza con movilizar masas con reclamos genuinos, pero sin liderazgo ni ideas. Para hablar de democracia verdadera se necesitara de una revolución determinante, me refiero a “una revolución cultural en el mundo árabe islámico que separe a la mezquita del estado”. Y estamos muy lejos de que ello suceda en este escenario.
Al final del camino, todo lo que usted estará observando serán dictaduras, no importa que ellas sean autocracias o teocracias, serán dictaduras al fin. En nada cambia que se sojuzgue a un pueblo con ideas nacionalistas-arabistas como las de Mubarak, Gaddafi, Ben Ali y Assad, o se lo haga a través de estructuras e ideas teocraticas como las de Ahmadinejad, Al Qaeda o los Talibán, todo lo que usted ve es gatopardismo puro, es cambiar todo para que nada cambie. Mientras tanto, los derechos de las personas continúan conculcados, sus bienes destruidos y sus libertades aniquiladas.
Si Occidente interpreta este momento del mundo árabe-islámico desde el simplismo de causas revolucionarias incurrirá en error, y lo mismo para aquellos que saludan la llegada de un clima de transición tanto en Túnez como Egipto e imaginan que ello dará lugar a una democracia respetuosa de las instituciones republicanas. En el mundo árabe es primordial reconocer el conjunto de actores políticos regionales y los intereses de cada uno de esos jugadores, pues el peligro que significan los fundamentalistas radicalizados en la idea del yihad global va de la mano con el que encarnan aquellos nacionalistas a ultranzas; ambos grupos no dudaran en fagocitar a esa juventud idealista como la que inicio las manifestaciones haciendo uso de la tecnología a través de las redes sociales como Twitter o Facebook.
Occidente se ha replegado por demasiado tiempo en aquella región del mundo, no ha querido o no ha podido entender los parámetros culturales ni idiosincrásicos de los pueblos árabes y ha pagado altos costos por ello, y nadie puede asegurar que no pagara un precio mayor aun. Lo que esta por verse es hasta donde el mundo libre este dispuesto a permitir el caos que estos jugadores del mundo árabe-islámico pueden causar dentro de sus sociedades. Los resultados de los acercamientos al estilo de las alianzas de civilizaciones han sido nulos e ineficaces. Las civilizaciones no se alían, en todo caso se respetan y es allí donde radico el error de concepción primario pues hay una sola civilización “y ella es la humana”. Esto es lo que no ha comprendido la Unión Europea ni Washington y los acontencimientos en curso no le ofrecerán mayor margen de error.