La Policía Nacional detuvo en Mallorca a ocho integrantes de una red que obligaba a menores y disminuidas psíquicas a drogarse y prostituirse y que causó la muerte de una de ellas. La operación ha culminado con la liberación de varias de ellas de la situación de explotación en que estaban.
La noticia tiene un calado tremendo: «MENORES Y DISMINUIDAS PSÁQUICAS».
Desde hace mucho tiempo vengo diciendo que en el tema de la droga (también algunos otros), le suele tocar la peor parte a las mujeres.
Ni hombres ni mujeres se libran de las atrocidades del mundo de la drogadicción. Pero, insisto, en que la mujer se suele llevar la peor parte; por una serie de razones que ahora no me voy a parar a enumerar, pero que son evidentes.
El ser humano, el llamado rey de la creación, es el único en la escala zoológica que es capaz de explotar a sus semejantes. En cualquier otra especie, a los menores y a los más vulnerables, el resto del grupo los protege.
El rey de la creación, a los más vulnerables, los explota y los denigra.
Me niego a que, tan siquiera mentalmente, se me llegase a ocurrir la reproducción del lenguaje tan soez con que serían tratadas esta chiquillas.
Por supuesto que a los ojos de muchos, éstas serían unas viciosas que se vendían para mantener su vicio.
Eran unas esclavas de la droga, que inocente e incautamente, habían caído en sus fatídicas redes y que ahora tenían que entregar su cuerpo a unos cuantos degenerados asquerosos (aquí me viene al recuerdo la nota que en su día escribí «Los menesterosos» y veo que no exageraba, por supuesto que no la leería nadie; da igual) a cambio de poder conseguir su próxima dosis de veneno.
Y así en una fatídica e interminable carrera que solo las conduciría a donde llegó su compañera. Murió, seguro que harían las averiguaciones justas, las imprescindibles, la muerte de un drogadicto no merece que se pierda demasiado tiempo; uno menos, le gustaba y consumió hasta reventar.
Siento mucha curiosidad por saber si esa muerte se investigó exhaustivamente hasta determinar si fue realmente, accidental o por el contrario se le calló la boca por rebelarse contra el clan. Seguro que eso no lo van a saber sus padres nunca. Era una yonki, viciosa y además prostituta, ¿quién va a ser el estúpido que pierda su tiempo en investigar algo así?
Claro, que ahora los responsables serán puestos a disposición judicial. El juez aplicará la justicia de los hombres y todos a dormir tranquilos.
Todos, no. ¿Se ha parado alguien a pensar qué será de la vida de esas pobres muchachas? «Eso será lo que dictamine el juez». Claro que será así y hasta puede que las indemnicen con alguna exigua cantidad.
Pero ahí quedan ellas. Enganchadas a la droga y con el daño y secuelas que son propias de las adicciones. Grabadas en sus juveniles mentes haber sido violadas una vez tras otra, pues no era otra cosa que una violación cada relación sexual que mantenían.
Todos sabemos que no es nada fácil enderezar lo que de algún modo se torció. Esas vidas quedarán marcadas para siempre y los daños psicológicos supongo que serán tremendos.
Los padres, siempre los padres, además del dolor y la pena que tal situación les ha de producir, tratarán de cubrir, de la mejor manera posible, la vergÁ¼enza y el oprobio que la situación conlleva.
Esta noticia salió ayer. Tampoco he tenido mucho tiempo de seguirla. Pero sí he tenido el tiempo suficiente para poder comprobar, una vez más, el silencio de colectivos que se debieran lanzar a la calle clamando justicia por algo así. Pero, claro, quién se va a mojar por unas drogadictas.
«Quien no quiere tomar droga no la toma». «Si sus padres se hubieran preocupado por ellas, no les hubiera pasado eso».
Claro, claro; si es que las cosas son así.
Yo, muchachas, os deseo mucha suerte; que Dios os ayude y que la sociedad no os trate peor de lo que ya os ha tratado. ÁNIMO Y SUERTE.
Un abrazo.