¿ TENER FE EN ESTE SISTEMA?
El subconsciente, tanto individual como colectivo, sabe lo que el consciente no se atreve a formular y menos a aceptar, pero que acaba por manifestarse de un modo u otro, y en la vejez termina por predominar. ¿Es esto lo que sucede finalmente en esta civilización decrépita? ¿Merece nuestra fé?
¿Qué hay en el subconsciente colectivo? Pesimismo con respecto al futuro, miedo, inseguridad, desconcierto ante un mundo que se desdibuja perdiendo los paradigmas conocidos que daban sensación de estabilidad y certeza y del cual se conocían las reglas. Ahora se derrumba día a día todo lo que servía de base a los pilares formales del mundo. Los políticos mienten y son tan corruptos como tantos de los jueces que pisotean la justicia en nombre del Derecho o de turbios intereses partidistas y ya nadie cree en su imparcialidad; las iglesias, enriquecidas, ignoran, al igual que los gobiernos, la creciente pobreza mundial mientras sus ministros principales, igual que los ministros de los gobiernos, viven principescamente en palacios.
Por su parte, los empresarios -sin hacer caso a las presiones sociales como antaño- aumentan legalmente el poder de explotar y despedir a cualquier trabajador sin dar explicaciones, mientras los banqueros especulan y arruinan a las naciones con la complicidad de los gobiernos y contra toda idea de justicia. Las reglas del juego han cambiado, se han hecho imprevisibles, amenazantes, injustas e insufribles para muchos y el mundo se sume en el desconcierto y el pesimismo. Esto es consecuencia de una manera absurda de enfocar la vida, pero es también lo que los mentores sociales quieren que creamos. Un pesimista es fácil de manejar.
De existir una conciencia espiritual suficientemente sólida a nivel mundial, todo esto no hubiera sido posible, porque la energía positiva proveniente de los sentimientos de amor, cooperación, paz, igualdad, justicia, unidad y semejantes, de haber estado presentes en la mayoría de la humanidad hubieran actuado como una fuerza neutralizadora de las injusticias y abusos de unos y otros y distintas serían las reglas del juego social mundial, que serían más próximas a las leyes divinas.
Como tal cosa no ha sido posible todavía, no hay más que observar el éxito de las películas sobre catástrofes o amenazas de catástrofes , violencia, corrupción ,o fenómenos paranormales al estilo Hollywood para descubrir que el racionalismo materialista proclamado por el Siglo de las Luces no nos ha salvado de nada, sino todo lo contrario: nos empuja, temerosos, hacia un abismo sin fondo, a donde se dirige el derrumbe de esta sociedad falsamente civilizada que puede calificarse de “civilización fallida” por cuanto no evoluciona, sino que primero se estanca y luego, inevitablemente involuciona. Sin embargo, brotan por todas partes nuevos movimientos sociales y espirituales enfrentados a este Sistema y que constituye una esperanza de transformación mundial, pero aunque todavía no son la fuerza determinante, lo será; ya que si algo, se percibe con absoluta evidencia en medio del estruendo de esta que puede llamarse “civilización fallida”, es la caída en picado, no solo de la idea del humanitarismo del buen samaritano, sino también del valor de la “diosa Razón”, siempre contrapuesta a la Fe como enemiga principal. Ahora todo lo que piden los dirigentes sociales es eso, fe. En ellos, naturalmente. Pero ¿quién puede creerles cuando no cesan de manipular, anular derechos, provocar dolor, guerras, restringir libertades, arruinar en masa a la humanidad y al Planeta, reprimir a los pacíficos y mentir sin cesar? ¿Qué fe en el futuro pueden pedir para justificar el daño que producen mientras no cesan de crear nuevas formas de malestar social y los más débiles, los enfermos y los ancianos ven perder sus ya menguadas ayudas asistenciales y todo son recortes y más recortes en educación y sanidad?
La razón, aliada a lo que se llamó realismo y que tanto predicamento tuvo en la literatura y en el arte como en la vida social, llegó a tener tal auge que sólo lo racional y lo supuestamente realista ha gozado durante siglos de ese prestigio que antes se otorgaba a lo divino. Desde el siglo 18 nunca se habló tanto del uso racional de tal o cual fuente de energía o de una distribución de riqueza, de la racionalidad de una conducta o de un acontecimiento, etc. Lo racional, “vendía”. Al menos hasta ahora.
Sin embargo, con tan pobres resultados como podemos observar viendo el deplorable estado del Planeta y de sus recursos, de la economía, de la distribución de la riqueza y de las relaciones humanas, ¿de qué sirvió el racionalismo materialista y su dogma de fe en un Progreso que resultó falso y limitado? Sirvió para enriquecer a unos a costa del resto, algo, en fin, ni racional ni razonable.
Y ahora sus artífices son los que nos piden con insistencia más fe en ellos y en sus promesas de futuro como si aún fueran creíbles, pero han derrochado todo su capital de credibilidad.