Un arma como juguete
El sonido de los disparos, los gritos y la gente que corre de un lado para otro despiertan a un niño de 8 años que sale a ver qué ocurre. Tres hombres le apuntan con un fusil y le obligan a andar hacia la selva. El niño camina durante 3 días por la jungla sin apenas agua ni comida. Junto a él están dos de sus hermanos y un amigo del colegio. Todo el que no es capaz de seguir la marcha es ejecutado al instante. Tras la larga caminata llegan a un campamento base. Reciben un regalo, un obsequio de bienvenida, su primer “juguete”, un fusil AK47. Durante más de 8 años el niño es entrenado para controlar armas, poner minas y matar a quien se le ordene matar. Diez años después, es él el que despierta con sus tiros a otros niños de su antigua aldea y se los lleva hacia la selva para comenzar su entrenamiento.
Este es el testimonio de Suluku Kamara, perteneciente a la tribu Limba en Sierra Leona. Fue reclutado por el Frente Unido Revolucionario que luchaba contra el ejército de Sierra Leona. Como Suluku, miles de niños al año son reclutados por distintos ejércitos para unirlos a su causa. Según Amnistía Internacional son más de 300.000 los niños combatientes, un 40% de ellos son niñas, usados en 86 países. Porque este problema existe en mayor o menos medida en todos los continentes.
En países como Pakistán, donde un tercio de los 80 millones de niños menores de 16 años vive bajo el umbral de la pobreza, son vendidos por sus familias por algo menos de 300 dólares a grupos radicales que los usarán para misiones suicidas. Los niños tienen más ventajas a la hora de realizar atentados. Pueden pasar controles de seguridad de forma más sencilla o acercarse a sus víctimas sin crear tantas sospechas. “Los terroristas más jóvenes son adoctrinados con menor esfuerzo y es más sencillo despojarles del sentimiento de compasión” explica el psicólogo Faisal Montash.
Existen noticias esperanzadoras en torno a este problema. En 2010, el Ejército paquistaní abrió el Sabaoon, un centro para la rehabilitación de los niños reclutados para ser terroristas por los talibanes. Más de doscientos niños pasaron por sus aulas desde su apertura. En 2012, la Corte Penal Internacional condenó a Thomas Lubanga, por reclutar y alistar menores de 15 años en su grupo armado, las Fuerzas Patrióticas para la Liberación del Congo, y por hacerlos participar de forma activa en las hostilidades.
Desde la organización Entreculturas Pablo Funes reclama que “los niños utilizados como soldados no pueden ser considerados culpables, sino tratados como víctimas”. Nos encontramos ante un problema que crece día a día. Niños que no disfrutan de su infancia, niños que solo conocen la violencia.