Los partidos de izquierda seguirán perdiendo a su electorado si se obstinan en imitar las políticas de sus adversarios neoliberales.
Ángela Merkel ganó las recientes elecciones alemanas, los liberales aumentaron sus escaños, pero los socialdemócratas consiguieron sus peores resultados. En Francia el conservador Sarkozy puso contra las cuerdas al Partido Socialista. En Italia el parafascista Berlusconi ha noqueado a un incapaz Partido de la Izquierda. En España, las últimas encuestas colocan al conservador Partido Popular cuatro puntos por encima del Partido Socialista. Y en Gran Bretaña, las encuestas señalan que gobernarán los conservadores.
¿Qué hace entonces la izquierda moderada? Vira a la derecha. Adopta políticas económicas neoliberales al servicio de esa entelequia denominada mercado, ignorantes de que el mercado de Adam Smith (que presuntamente regula todo como deus exmachina justo), es tan utópico como el paraíso comunista. En realidad el mercado tiene nombres, apellidos e intereses que no son los de la mayoría.
Si la socialdemocracia defiende intereses de la minoría privilegiada, ¿por qué votarlos quienes forman el mundo del trabajo? Y tampoco es ajeno al fracaso de la izquierda socialdemócrata haber colaborado en travestir ese mundo del trabajo, la clase asalariada, en nebulosas e inexistentes clases medias.
Los grandes medios de persuasión (ya es incorrecto denominarlos medios de información o de comunicación) venden hasta la saciedad tres clases: alta , media y baja. Sin matices, convirtiéndolas en castas. Y repiten que un país va bien con clases medias satisfechas. Falsa y útil cortina de humo de mundo consumista e insostenible para ocultar que la minoría privilegiada haga de su capa un sayo y vaya a lo suyo impunemente: ganar más y más a costa de lo que sea.
¿Clases medias? No me haga reír que tengo el labio partido. En España (que aún con crisis ocupa el puesto 10 o 11 como potencia económica), el 63% de los trabajadores ganan menos de 1.100 euros mensuales, cuando el alquiler de una vivienda modesta en Madrid o Barcelona cuesta de 550 a 900 euros al mes y una habitación en piso compartido 300 o 400. Pero sólo 148.000 españoles (0,32% de la población) poseen más un millón de dólares o más. El año pasado había en el mundo algo menos de 9 millones de personas con más de 1 millón de dólares de patrimonio (0,13% de la población mundial pues somos 6.500 millones), pero 230 millones de trabajadores parados más 1.400 millones que ganan menos de 2 dólares diarios. ¿Cómo que no hay clases?
Si aún así la socialdemocracia perpetra con entusiasmo de neófito «reformas» que la dogmática política económica neoliberal ordena («reformas» que son recortes o retrocesos en política social), ¿por qué votarla?
En el Reino Unido, ante el dato de retroceso laborista en intención de voto, ¿qué hace el primer ministro Gordon Brown? Propone privatizar bienes públicos por 20.000 millones de dólares. Una propuesta muy neoliberal. Y los dirigentes socialdemócratas, empeñados en errar sin descanso, escuchan a voceros y gurús neoliberales que arremeten contra el déficit de los Estados para frenar la crisis, mientras grandes medios de persuasión orquestados asustan con reducir el déficit público o vamos a la ruina. Y la Comisión Europea, con buen número de comisarios socialdemócratas, para no ser menos pide profundas reformas de la sanidad pública y del sistema público de pensiones. Y ya sabemos qué son esas «reformas profundas».
No aprenden. Esta crisis enseña lecciones magistrales sobre la codicia como causa del desastre, sobre conductas impropias de directivos, dirigentes y ejecutivos rozando el delito o cayendo en él, sobre la necesidad de que lo social (los intereses de la mayoría sobre los de la minoría privilegiada). Pero los socialdemócratas no aprenden.
Deberían escuchar al Nobel de Economía Krugman cuando escribe que «algunos creen que [la cifra calculada del déficit] es una cifra aterradora que requiere medidas drásticas, cómo cancelar las iniciativas para reanimar la economía y suspender la reforma sanitaria [de Estados Unidos]. Lo cierto es que ahora los déficits ayudan a la economía. Los déficits de Estados Unidos y otras economías importantes han salvado al mundo de una recesión mucho más profunda. La perspectiva a largo plazo no es catastrófica (…). Lo que necesitamos ahora mismo es que la deuda federal aumente hasta que la economía esté en vía sólida de recuperación».
Pero es que no aprenden. Y por eso pierden las elecciones.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor