No es lo mismo un petardo que un misil balístico;
no es lo mismo un lanzachinas, una pistola o una barrena minera que un merkava abriendo fuego contra construcciones civiles;
no es lo mismo una Intifada a la desesperada que una escalada militar en toda regla;
no es lo mismo un pueblo cautivo entre murallas y fronteras herméticas, infestado de colonias hostiles, que un país que se adueña de los mejores y más ricos recursos de la región, incluso por la fuerza;
no es lo mismo el secuestro y asesinato deplorable de tres israelíes que las decenas de muertos en venganza por las acciones de represalia militar que incita un odio común;
no es lo mismo Israel que Palestina, por mucho que los titulares de los periódicos hablen de intercambios de cohetes, como si fueran dos bandos equiparables de una guerra.
Hay un pueblo acorralado, asfixiado y sometido y otro ocupante, prepotente y despiadado.
Sería bueno presentar la realidad en su contexto.