Este es el parte de guerra: el Jefe del Estado cazando elefantes en Botsuana mientras su yerno de dedicaba a jugar al monopoly para llevárselo calentito. Carlos Dívar, que debería de haber sido el más justo de todos los jueces, aplicándose la ley del embudo (ya saben, aquello de la boca ancha pa´mí y la estrecha pa´ti). Miguel Ángel Fernández Ordóñez, exgobernador del Banco de España, sin enterarse de que algunos banqueros se dedicaban a saquear a particulares y al propio Estado, a la vez que Rodrigo Rato, Manuel Troyano (ex director general de Caixa Penedés), José Luis Méndez (ex director general de Caixa Galicia), Roberto López Abad (ex director de CAM), Ricard Pages (ex presidente de Caixa Penedés) y una infinita legión de exdirectores bancarios sacaban tajada de la debacle. Los gÁ¼rtelianos campando a sus anchas con la pasta trincada en la filibustería política, los ERES andaluces gastándose el dinero en putas y cocaína, y parte de la casta política compaginando tres y cuatro cargos, tarjeta visa platinum en la cartera, business class en los viajes y pensiones de lujo al grito de: “paga España”. De fondo Cristóbal Montoro con su letanía (aún sin desmentir): “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”, mientras los hombres de negro sí que han venido y, además, lo han hecho para instalarse en Madrid. Zapatero nos ha dejado una paupérrima herencia y Rajoy va a encargarse de que nos intervengan con todas las de la ley.
Al otro lado de la trinchera el pueblo llano, ese que suma, gota a gota, cinco millones de desempleos, esa tropa que ve cómo la desahucian de sus casas por no poder atender a su hipoteca, personas de carne y hueso que tienen que pagar por las recetas médicas, chavales que tras sus estudios se tienen que ir a hacer, de nuevo, las alemanias o las suizas, paisanos que atiborran ya los comedores sociales y las oficinas de Cáritas. Gente común, gente normal, gente más buena que el pan.
Y en esto aparece el otro día José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz, y en el Parlamento de todos los andaluces les dice a sus señorías que: “La gente está muy cabreada con ustedes, no sé si lo saben. Está muy enfadá porque los ve todo el día en la peleíta. La gente está hasta el gorro de todos ustedes. No sé si puedo decirlo con todo el cariño del mundo… / … Perdónenme el exabrupto, pero es que tenía ganas de decirlo. Nada más”. Y algunas de sus señorías van y se enfadan, y piden una nota pública para llamar al orden a Chamizo.
Pa´mí que el Defensor del Pueblo no lo ha dicho lo suficientemente clarito. Tal vez sus señorías (¿o señoritos?) no quieren enterarse: ellos son, según la última encuesta del CIS, el tercer problema nacional para los españoles; y lo cierto no es que estamos hasta el gorro de los políticos profesionales, no; lo cierto es que estamos hasta los cojones de la denominada casta política y de la caspa que sueltan. Lo raro, a estas alturas, es que aún no se haya armado la de San Quintín. Pero no deben de olvidar los políticos que con escenarios como este han sobrevenido las peores revoluciones y los más atroces dictadores de la historia. Al tiempo.