La presidenta de la Sociedad Española de Biotecnología, Carmen Vela, analizó en León, en la clausura de las jornadas divulgativas conCiencia que organiza la Asociación de Biotecnólogos de León (Able), el «desentendimiento» que a su juicio existe «entre la ciencia y la sociedad». Esta separación entre el saber científico y los ciudadanos lleva a muchas personas a «rechazar los organismos genéticamente modificados». Vela cree que las principales herramientas para superar esta situación son «el conocimiento» y «la educación».
«Nadie hace gala de no conocer a Velázquez o Cervantes, pero nos encontramos a gente que afirma que no conoce las aportaciones de Einstein, Marie Curie o Newton. Es curioso que se haga alarde de algo que no debería ser motivo de orgullo: el desconocimiento», asegura la científica a DiCYT. Esta separación de la ciencia tiene como resultado el rechazo a ciertas cuestiones, «cotidianas en nuestra vida, como son los organismos genéticamente modificados, argumenta. Para superar esta limitación, Vela propone como herramientas, el conocimiento («la biotecnología, por ejemplo, es algo muy próximo a nosotros, y nos la encontramos cuando nos inyectamos insulina si somos diabéticos, en los yogures o cuando vestimos vaqueros lavados a la piedra») y la educación. Para contribuir al conocimiento, reclama que los medios de comunicación «sean capaces de informar» de una manera instructiva. La educación, por su parte, puede proporcionar la base para el asentamiento de «una cultura científica».
Una de los principales rechazos que originan los procedimientos biotecnológicos son los vegetales genéticamente modificados destinados a la alimentación. «Muchos piensan que son malos por el simple hecho de que son malos», subraya. Sin embargo, según matiza, «se han producido millones de toneladas y millones de animales se han alimentado de ellos y no se ha reportado ni un solo problema». Vela cree que en torno a estos alimentos, también denominados transgénicos, hay dos factores externos que influyen en la opinión pública: «Se percibe que se puede producir un monopolio dado que hay pocas empresas dedicadas a este tipo de producción, lo que tiene una implicación económica, y generalmente son producidos en países en vías de desarrollo, lo que tiene matices socioeconómicos». Otro factor importante que influye en la mala fama de estos alimentos, en su opinión, son «los muchos miedos que tienen los políticos». «Si agitamos en una coctelera estos dos elementos y los aderezamos con el miedo, tenemos el resultado de la opinión pública actual», resume.
Según considera, «los biotecnólogos nos sentimos totalmente respaldados por el resto de la comunidad científica, aunque haya personas, incluidas biotecnólogos que no opinen lo mismo sobre los organismos genéticamente modificados». Estos argumentos, según Vela, se basan «en la falta de datos»: «Ahora se habla del rendimiento de estos alimentos, cuando es lógico que si un agricultor no obtiene lo que requiere de una semilla, dejará de sembrarla».
En la actualidad, de forma general, se producen alimentos transgénicos para dieta animal en soja y maíz, fundamentalmente, y también algodón con genes modificados para la producción de ropa. La llegada a la alimentación humana es de forma indirecta. Vela cree que no habría problema que se produjera de forma directa. «Existen diferentes tipos de alimentos en los que en determinadas circunstancias se producen cambios, como la eliminación de la lactosa o el gluten, según para qué colectivos. Estos alimentos también están modificados». Incluso va más allá y explica que «todo está realmente modificado genéticamente, pero lo que antes se hacía poco a poco, por selección de casos más productivos, ahora lo cambiamos más rápidamente». La científica pone como ejemplo el maíz, «que en orígenes tenía cuatro hojas», y ahora produce grandes mazorcas.
Mujeres en la Ciencia
Otro de los aspectos en los que Carmen Vela ha detectado un desarraigo entre la Ciencia y la sociedad es en la presencia de mujeres en las estructuras científicas. «Somo muchas mujeres las que estamos en la Ciencia española, pero todavía pocas en cargos de gestión». Para ello, pone dos ejemplos: menos del 15% de las cátedras de la universidad española están en manos femeninas, y hay muy pocos casos de jefas de servicio en un hospital.
No tener en cuenta a las mujeres no tiene solo consecuencias en la gestión de la ciencia, sino también en el enfoque de los trabajos científicos, considera. Un caso que pone como ejemplo es el tratamiento de infarto de miocardio. «Se considera que uno de los síntomas es el dolor del brazo izquierdo, pero esto no ocurre en mujeres, que tienen una sintomatología propia». Esta cuestión ha tenido como consecuencia que hasta que no se ha descubierto los síntomas propios femeninos, no se ha podido conseguir un tratamiento eficaz. Los estudios previos siempre tuvieron en cuenta el sujeto masculino. Otro ejemplo es la prevención de accidentes de tráfico por medio del cinturón de seguridad. En los estudios sobre su uso no se había tenido en cuenta que producía daños a las embarazadas. Carmen Vela ha sido hasta octubre presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas.
DICYT // Ana Victoria