Sociopolítica

No maten al mensajero

Estoy leyendo un libro de Coetzee, escritor fúnebre y tedioso que no me agrada. Milita en el grupúsculo literario de los deprimidos que escriben para deprimidos. El libro se titula Diario de un mal año. Lo publica Debolsillo.

Debe de ser cierto lo que afirmaba Cervantes: no hay libro, por malo que sea (y el de Coetzee, pese a lo dicho, no lo es), que no contenga algo bueno.

Lo digo porque en el duodécimo capitulillo de la obra citada me topo, a cuento de la pedofilia, con algunas consideraciones valiosas, valerosas, razonables y sumamente incorrectas.

Son las que siguen…

«La histeria actual de los actos sexuales con niños -no sólo tales actos en sí, sino representaciones ficticias de éstos en forma de la llamada «pornografía infantil»- da lugar a ciertas extrañas faltas de lógica (…) ¿Cómo diantre ha podido desarrollarse el clima actual? Hasta que las feministas intervinieron en la refriega, a fines del siglo XX, los censores moralistas habían sufrido una derrota tras otra y en todas partes estaban a la defensiva. Pero en cuanto a la pornografía, el feminismo, un movimiento progresista en otros aspectos, decidió ser compañero de cama de los conservadores religiosos, y la confusión se generalizó. Así, en la actualidad, mientras que por un lado los medios de comunicación encabezan impunemente una exhibición sexual cada vez más grosera, por otro lado se ha dado un buen varapalo al argumento esteticista de que el arte vence al tabú (el arte «transforma» su material, purgándolo de su fealdad) y, en consecuencia, el artista debería estar por encima de la ley. En unos pocos campos bien definidos el tabú ha emergido triunfante: no sólo ciertas representaciones, sobre todo de sexo con menores, se proscriben y castigan ferozmente, sino que también está muy mal visto, si no prohibido, el debate sobre la base del tabú».

Y más adelante, a propósito de la película Lolita:

«Hace treinta años Stanley Kubrick sorteó el tabú, relativamente suave en aquel entonces, mediante la utilización de una actriz de la que se sabía que no era una niña y sólo con dificultad podría disfrazarse como tal. Pero en el clima actual esa estratagema no serviría de nada: el hecho (el hecho ficticio, la idea) de que el personaje de ficción es una niña eclipsaría la realidad de que la imagen en la pantalla no es la de una niña. Cuando el tema es el sexo con menores, la ley, y la opinión pública clamando detrás de ella, no está de humor para hacer sutiles distinciones».

(op. cit. pp. 64 y 65)

No soy yo quien lo dice, sino todo un señor premio Nobel. No maten al mensajero. Maten, en todo caso, a Coetzee.

Decía Henry Miller: «cada vez que se viola un tabú sucede algo estimulante».

Elijan: o corrección política, o libertad de opinión y de expresión.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.