La capacidad del cerebro para aprender y adaptarse se puede estudiar a través de los videojuegos. Es lo que hace Daphne Bavelier, cuyos trabajos prueban que los jugadores de videojuegos de acción –y no de los sociales o de estrategia–, perciben los detalles importantes más rápidamente y toman decisiones más precisas. Ha presentado sus resultados en el octavo congreso de la Federación Europea de Sociedades de Neurociencia.
¿Los videojuegos de acción son ‘buenos’ o ‘malos’?
Los videojuegos entrenan muchas funciones del cerebro, como la capacidad de atención y la toma de decisiones rápidas y precisas. Las personas que juegan con ellos refuerzan, sin saberlo, muchas de sus habilidades cognitivas, sensoriales y espaciales.
¿Cómo puede un neurocientífico estudiar el cerebro con videojuegos?
El videojuego es una herramienta. Cuando somos pequeños tenemos una gran capacidad de aprendizaje que vamos perdiendo a medida que nos hacemos mayores. Mi equipo de investigación quiere entender cómo potenciar con ellos la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de aprender y adaptarnos a los cambios en la edad adulta y hasta en la vejez.
¿Y qué pasa si se pierde plasticidad cerebral?
Hay muchas enfermedades neurológicas que están basadas en una pérdida de plasticidad cerebral, por ejemplo, el autismo. Sería un gran avance entender cómo la falta de plasticidad puede causar una patología, y cómo modular a través del entrenamiento los mecanismos y las moléculas implicadas.
¿Se utilizan videojuegos con finalidad terapéutica?
Se están empezando a utilizar en algunos hospitales para mejorar la recuperación del habla tras un infarto cerebral y también como herramienta para potenciar y amenizar el aprendizaje de los niños. Hay una escuela en Nueva York en la que los alumnos aprenden matemáticas y física diseñando ellos mismos videojuegos. Espero que en breve haya más.
¿Ya saben cómo los de acción influyen en la plasticidad?
Todavía no. Este es uno de nuestros principales objetivos, conocer los mecanismos moleculares mediante los que los videojuegos mejoran la capacidad de aprender. De esta manera podremos diseñar juegos específicos en función de las necesidades de cada persona.
¿Un videojuego para cada necesidad?
Es más complicado que eso porque cada persona tiene un patrón de juego distinto. Cada uno juega a su manera por lo que un mismo juego puede no ser útil para dos individuos con la misma necesidad. Por ejemplo, hemos visto que los niños con trastornos de déficit de atención no se benefician como el resto de los videojuegos de acción.
Algunos videojuegos de acción han generado mucha polémica por su agresividad. ¿Han observado si la violencia también cambia el cerebro?
Todavía no sabemos si el aumento de plasticidad cerebral es independiente de esta violencia. Es una pregunta muy importante que necesita una respuesta empírica. Ahora mismo estamos desarrollando videojuegos de acción que no sean violentos. Quizás la violencia promueve cambios en la química neuronal que son necesarios para la plasticidad, aún no lo sabemos.
¿Cómo empezó a investigar con videojuegos?
Por pura casualidad. Uno de mis estudiantes estaba desarrollando un test para estudiar el cerebro de personas sordas, que era a lo que me dedicaba hace años, y no le salían los resultados esperados, ni a él ni a sus compañeros. Cuando yo lo probé, sí que me dio exactamente lo esperado. Nos dimos cuenta que tanto él como sus colegas eran compañeros de videojuegos y que tenían el cerebro distinto al mío.
¿Cuál es su videojuego preferido?
La verdad es que a mí no me gustan los videojuegos, no les veo la gracia. Yo disfruto más estudiando a los jugadores.
Los resultados de Bavelier muestran que las personas que juegan a videojuegos de acción aprenden “hasta el doble de rápido a hacer algunas tareas”. Esta mejora no se produce con otros videojuegos, como los de estrategia o los sociales.
Bavelier explica que nuestro cerebro funciona mediante ‘inferencia probabilística’: “Recoge información del entorno, la ordena y continuamente calcula la probabilidad de que ocurran futuros eventos”. Un ejemplo es la conducción, donde continuamente hemos de predecir la actitud de la persona de enfrente. “Los jugadores de videojuegos de acción están acostumbrados a un mundo que cambia rápidamente”, explica Bavelier, por lo que perciben antes los detalles importantes, filtran la información que no es relevante y toman decisiones más precisas.
Marta Palomo | SINC