Economía

No me molestes (España sigue sufriendo un claro déficit en la calidad de su atención al cliente)

Bendito país éste en el que nos vanagloriamos de nuestra simpatía y no nos damos cuenta de que no perdemos oportunidad para demostrar nuestra falta de capacidad servicial, que no servilista, en cuanto un problema se nos viene encima.

Y no hablo de la sociedad civil, aquella que no desempeña labor profesional en un momento determinado, sino de aquellos profesionales que se llaman de atención al cliente y lo único que te están diciendo es «no me molestes».

Te lo dicen con su actitud, te lo dicen con su tono, te lo dicen con su falta de educación y te lo dicen con su falta de información. El último ejemplo ha sido la nevada que nos ha asolado estos últimos dos días.

Los pobres usuarios de medios de transporte, especialmente aviones, se desesperaban tirados en el Aeropuerto sin que ninguna persona de las aerolíneas, ningún profesional de la atención al cliente, les diera una información consistente.

Porque en España no nos damos cuenta de la importancia que tiene el cliente para nuestras empresas, debemos de atender a los clientes porque son ellos los que acaban pagando nuestros sueldos.

El servicio al cliente es un arte que va perdiendo vocaciones por momentos, en un macabro paralelismo con la religión. El servicio al cliente requiere capacidad de percibir las señales que éste te envía aunque no las formule verbalmente, para poder adelantarse a sus necesidades.

El servicio al cliente obliga a informar a éste detalladamente de las opciones que tiene a su disposición para que pueda elegir, para que pueda tomar decisiones ordenadas y basadas en un fundamento real.

El servicio al cliente exige capacidad para ofrecer soluciones a los clientes cuando estos las demandan, unas soluciones que pueden no estar en consonancia con los deseos de éste, pero que son, al menos soluciones.

El servicio al cliente necesita de una educación que los españoles ya no tenemos. No sé si alguna vez la tuvimos, porque yo no viví generaciones anteriores, pero de lo que estoy seguro es de que hoy en día ya no la tenemos.

Los jóvenes (según todas las estadísticas una persona es joven hasta los 35 años, así que me atribuyo el calificativo) nos hemos críado en la sociedad de consumo, en un mundo con todas nuestras necesidades cubiertas y todos nuestros caprichos satisfechos, por lo que no hemos sido educados correctamente.

Y esta falta de educación recibida la repercutimos directamente en el resto de personas que nos rodean, tanto en nuestro ambiente profesional como en el personal, careciendo de la capacidad empática que un buen servicio al cliente necesita.

En definitiva, cuando uno vive en el extranjero y percibe la calidad del servicio al cliente que recibe maldice una y mil veces el deficiente servicio que se recibe en España, el cuál afecta, directamente, a la escasa productividad de nuestras empresas.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.