Las reivindicaciones que está forjando Democracia Real Ya y el movimiento 15-M son un buen punto de partida que, como se ha empezado a comprobar, suscribe cualquier persona sencillamente amante de la justicia y de la igualdad.
Cuando ya se pasan demasiados días trabajando y malviviendo, soportando todo tipo malas condiciones de vida y ataques y dificultades mil, y por qué no decirlo, sufriendo también por los errores propios inevitables, es lógico que las acampadas que siguieron al 15-M sufran desgaste. Pero no podemos desanimarnos ni fallar. Hay que afrontar la situación con inteligencia y ánimo.
Hay que ser conscientes de que, al fin y al cabo, esas acampadas son el momento de la rebeldía pero que no se pueden convertir en el espacio habitual que ahora es necesario para la reflexión, la creación, la movilización y el empoderamiento. Hay que conquistar nuevos ámbitos y nuevas formas de extensión y difusión para que la indignación, no sea simplemente una sustancia empaquetada, por muy grande y numerosa que sea, en unas docenas de plazas españolas.
Es preciso concretar propuestas de la manera más rigurosa y radical posible y no limitarse a ofrecer generalidades, ideas vagas que más bien parezcan cartas a los reyes magos de jóvenes ingenuos que las propuestas del pensamiento más moderno y contrastado, pensadas para poder “enganchar” en ellas a la mayor cantidad posible de personas, con independencia de su sensibilidad política, de su afiliación, de a quién voten o dejen de hacerlo.
Las reivindicaciones que está forjando Democracia Real Ya y el movimiento 15-M que surgió de ella, son un buen principio pero hay que depurarlas de las banalidades y errores conceptuales impropios de un movimiento que dice que quiere cambiar el mundo. Son un buen punto de partida, pero que hay que modular y mejorar colectivamente y con la ayuda de tantos expertos dispuestos a ayudar como hay.
Es imprescindible explicar todo lo que ha pasado en estos años, dar a conocer los datos indiscutibles de terrorismo financiero que se practica, mostrar de la manera más elocuente posible la estafa y el engaño de los bancos, su comportamiento criminal y miserable para que a la gente no le pueda quedar la más mínima duda de que hay que pararles los pies para siempre a los banqueros y a los grandes multimillonarios. Un mundo libre no puede existir girando solo para que unos pocos ganen cada vez más dinero a costa de la miseria, el sufrimiento e incluso de la muerte de los demás.
Es preciso encontrar y asociar a las miles de personas que han perdido sus viviendas, que han sido estafadas y han visto desvanecerse sus ahorros de toda la vida por engaños de los bancos. Hay que animar a los parados y explicarles bien por qué se encuentran sin trabajo. Hay que mostrar a todos ellos que lo que están viviendo no es una desgracia particular sino la parte de un plan general de expolio preparado estratégicamente y consentido por las autoridades.
Hay que movilizar a los intelectuales, hay que pedirles que pongan todos sus conocimientos al servicio de este movimiento. Y hay que pedirle a los artistas, a los pintores, a los músicos, a los actores, que creen música, que hagan carteles, que canten y difundan de manera sencilla, afable y atrayente lo que ocurre. Que nos llenen de alegría y optimismo para afrontar las dificultades que comporta enfrentarse a quienes lo tienen todo y han demostrado tantas veces que les importa solo el dinero y nada la vida, ni la hacienda, ni el sufrimiento de los demás.
Hay que atraerse a toda la gente. No se trata de convertir las plazas en reductos o en enclaves de los convencidos sino en semilleros de energía y fraternidad para salir hacia afuera con fuerza y llenar la sociedad de rebeldía, de inteligencia colectiva, de alegría y de demandas que no pueda negarse a hacer suyas ninguna persona honesta.
Juan Torres López
Catedrático de Economía por la Universidad de Sevilla