El cartel, súbitamente, asalta mi mente. En él, una bella chica, mira al espectador, mientras una máxima, en negrita, que parece surgida de sus labios, refuerza la imagen: «SOMOS ARAGÁN». Sólo que esta vez, en este cartel, alguien ha tachado, con un spray negro, esta sencilla arenga. La técnica publicitaria se permite muchas licencias, y no es la primera vez que veo un anuncio con un símil de graffiti incluido. Pero no hay duda, el graffiti es auténtico, ya he visto otros carteles similares publicitando el estatuto aragonés.
El texto añadido, a continuación del tachón, a mano, es sencillo: «NO SOIS ARAGÁN, ¡SOIS PERSONAS!». El mensaje, por contra, de una profundidad insondable: «No sois un piazo de terruño». Mi mente tiene un avanzado filtro para la publicidad, pero este caso, sin duda, ha conseguido saltarse los filtros y obligarme a prestarle atención. Es el texto que si tuviese veinte años, yo mismo habría escrito.
La publicidad es cara, eso es algo que los que somos un poco empresarios sabemos, y más si hemos tenido la humorada de dedicarnos algo a la política. La campaña, promocionando el estatuto aragonés, ha debido costar sus buenos euros. Contrasta con un simple añadido de spray negro, que no costará más allá de unos céntimos. Como he dicho antes, tengo un buen filtro para la publicidad, pero este cartel en concreto queda un rato en mi memoria y me lleva a reflexionar sobre lo que ha sido la autonomía en Aragón estos últimos años. Un estatuto aprobado poco menos que «de estrangis», y que ahora nos venden como si fuese La Seo, como si nos acompañase desde hace siglos. Un buen amigo, profesor, y que tuvo que marchar de Barcelona porque no podía soportar ver cómo se desperdiciaba el talento por alimentarlo en una lengua distinta de la que sus alumnos manejaban, (y porque el resto de sus compañeros le hacían la vida imposible, dicho sea de paso) me dice que, viendo los carteles de marras, se siente veinte años más joven, que le llevan a una Barcelona distinta, en un tiempo distinto. Supongo que la expresión que buscaba era «Flash Back», aunque a mí, en ese momento, lo que me venía a la mente era el que, por primera vez, los aragoneses, respecto de los catalanes, no nos llevábamos veinte años de atraso, sino simplemente que estábamos veinte años antes. Y ya sabemos lo que viene y lo que nos traen.
La conversación derivó por otros andurriales, irreproducibles en este momento, para concluir con un «no queda ya izquierda en España». Mirando este cartel, y su espontáneo añadido, pienso que quizá sí queda algo de irreverente y políticamente incorrecta izquierda, pero claro, como siempre, pobre. Graffitis contra carteles. Uno a cero.