Una entrevista de Andrea Lopes
El 18 de septiembre de 1977 fueron secuestrados mis dos hermanos menores, Néstor y Cristina, lo que me obligó al exilio.
Los militares en el gobierno desde 1976 instauraron un régimen de terror y yo, que había dejado Córdoba, mi provincia, no tuve mas condiciones para continuar en Buenos Aires, donde se me fueron cerrando todas las posibilidades de trabajar como periodista. Salí por Brasil y llegué a Lisboa en el inicio del otoño de aquel año.
Aun cuando todavía Lisboa era una ciudad casi provinciana, con sus mujeres vestidas de oscuro, me maravilló desde el inicio.
Un aspecto que poco se destaca de la Revolución de los claveles es que los militares entregaron todo el poder a los civiles.
Entre las primeras salidas, recuerdo la Feria del Libro que se hacia al aire libre, y yo misma ante los libros prohibidos en Argentina me sentía como espiada.
Llevaba conmigo el miedo y por eso amo entrañablemente a Portugal, donde aprendí a vivir en libertad. Ya habían pasado las euforias de la Revolución de los claveles y el Partido comunista había sido desplazado por el socialismo. El primer ministro era Mario Suares, con quien compartí muchas conversaciones. En poco tiempo yo me convertí en corresponsal de la Agencia Pyresa de España que tenía más de 40 diarios de provincia, de modo que debía escribir diariamente una crónica sobre Portugal. Fui también la corresponsal del Correo Catalán de Cataluña y la revista Cambio 16. Aquellos fueron tiempos de una gran ebullición y debate. Con dirigentes del socialismo español como periodistas que venían a Lisboa, seducidos por esa revolución única, capaz de derrocar la dictadura mas antigua de Europa, con claveles en la punta del fusil.
Un aspecto que poco se destaca de la Revolución de los claveles es que los militares entregaron todo el poder a los civiles. No hay antecedentes de una revolución democrática como la de Portugal. Aprendí mucho con la democratización de Portugal y años después con la transición democrática de España. Había entonces en la península un gran dinamismo, ya fuera por los debates, los diarios y el feminismo que surgían. Participé como corresponsal, hice amigos y como estaba muy vinculada a los exiliados brasileños viví también todo ese proceso. Muchos de los que más tarde se convirtieron en dirigentes destacados en Brasil los conocí en Lisboa.
Mi vinculación con Portugal se prolongó en mi participación en la prensa, donde escribí en cuanto vivía en Lisboa y mas tarde como corresponsal de la revista Visao. Para quien como yo venía de una cultura odiosa, dominada por la intolerancia política y la violencia, la vida en Portugal me enseño sobre la índole de un pueblo pacifico. Conversé mucho con sus dirigentes, intelectuales, periodistas. Conservo amigos y cuando escribo escucho fados. Siempre estoy atenta a las nuevas cantantes que buscan quitarle el reinado de Amalia Rodrigues. A mi, personalmente, me gustaba mucho Carlos do Carmo, una especie de Gardel de Portugal. Y no me parece disparatada la teoría que emparenta al tango con el fado, por su origen portuario. El exilio es un desgarramiento dolororo y por eso, ahora, ya en mi país,puedo mirar con nostalgia y agradecimiento ese tiempo en el que yo era en Lisboa «la argentinita».
He regresado varias veces a Portugal, el ingreso en la Comunidad Económica Europea modificó mucho sus hábitos, sus ciudades y sus edificios.Y si bien la democracia fue la condición para ingresar a la comunidad, también los problemas económicos están condicionados por esa pertenencia. No quiero cometer la imprudencia de hablar de lo que hoy ignoro, pero creo no equivocarme cuando pienso en un proceso democrático que conserva esa marca de origen que fue el cambio pacifico y que los militares no hayan caído en la tentación de conservar algo del poder que tuvieron. No puedo reconocer en la distancia lo que es visible cuando se visita hoy Lisboa, que es la africanización de su población por los retornados de Portugal o los habitantes de las ex colonias portuguesas que viven en Lisboa. Si tal como escribió la escritora Margarite Yourcenar, el verdadero lugar de nacimiento es aquel donde lanzamos una mirada inteligente sobre nosotros mismos y los otros, puedo decir que renací en Portugal. Aprendí a vivir y ejercer el periodismo en libertad en Portugal, aprendí a mirar con la perspectiva que da la distancia a mi país y sus llagas.
Jamas olvidaré el día en que comenzó el Mundial 78, cuando encendí la radio Renascensa y junto a una música de requiem, un locutor, cada media hora repetía «que los gritos de gol no tapen los gritos de dolor de los torturados». Por esa solidaridad siempre estaré agradecida a Portugal. me alegra celebrar en Argentina otro 25 de abril, el inicio de la primavera boreal cuando nosotros caminamos hacia el invierno.
Agradezco igualmente haber recibido una lengua que no solo me abrió al fado sino a un poeta inmenso como es Pessoa. Gracias por permitirme agradecer públicamente a esa tierra que estrenaba libertad y por eso solidaridad.