¿Será por ventura el fraude de las tarjetas de Caja Madrid-Bankia a los que los partidos políticos, o mejor dicho alguno de sus miembros, definen como “regeneración”? Hace falta ser muy ruin para que personajes como Rodrigo Rato, aspirante a la presidencia del Gobierno de España, ex ministro de Economía y ex director del FMI, percibiendo un sueldo superior a los dos millones de euros, actuase como un presunto delincuente cualquiera, recurriendo reiteradamente al uso y abuso de las citadas tarjetas mágicas conocidas por el slogan de “compre hoy y pague nunca”. Por lo visto, cada vez que uno de los 86 consejeros de la entidad acudía a un cajero para obtener efectivo gratis total, experimentaba un placer especial.
Ante tanta desfachatez cabría preguntarse qué tipo de sociedad estamos fomentando donde crece la violencia, se incrementa la desigualdad, multiplica la corrupción, empeora la economía, no se crea empleo y la deuda se dispara.
La impunidad con que ha actuado este colectivo, constituye toda una muestra de la catadura y caradura de una parte de nuestra clase dirigente y su deleznable forma de comportarse. Cuando uno le coge el gusto a no pagarse los trajes, comer en restaurantes de 5 tenedores, viajar en primera, regalar artículos de Loewe y Vuitton y reponer el dinero de bolsillo a golpe de tarjetazo, llamarle trincón casi supone un halago. ¿Qué calificativo merecerían algunos personajes como, Blesa, Amat, Spottorno, etc? Sería recordar que el nombre de Rato ya apareció en la lista de sobresueldos del ex tesorero del PP, actualmente en prisión, Luis Barcenas. Además y para mayor escarnio es preciso aclarar que cada unos de estos altos ejecutivos, disponían de otra tarjeta oficial para cubir los llamados “gastos de representación” por un valor de 108.000 euros anuales (9.000 euros mensuales). Las manifestaciones de autodefensa realizadas por el economista Juan Iranzo, como poseedor de una tarjeta de Caja Madrid en la tertulia de TV-13 (El Cascabel) en la noche del lunes 13, unidas a su estado de nervios, resultaron patéticas.
Esperemos que cuando pase el desdichado suceso del virus “Á‰bola”, los organismos competentes, ministerio de Hacienda, Fiscalía, Guardia Civil, etc. retomen las investigaciones, incluyendo a las restantes Cajas de Ahorros rescatadas con dinero público, para averiguar qué tipo de compensaciones y canonjías percibían sus consejeros y directivos…
El Portavoz del PP, Alfonso Alonso, aboga por limpiar el pasado, cuando en realidad debería aludir e incluir también el presente.
Ante tanta desfachatez cabría preguntarse qué tipo de sociedad estamos fomentando donde crece la violencia, se incrementa la desigualdad, multiplica la corrupción, empeora la economía, no se crea empleo y la deuda se dispara. Nos hemos descapitalizado moral y éticamente. Al envilecimiento le llamamos eufemísticamente ‘deterioro del sistema’, pero cada vez son más los que habiendo multiplicado sus ingresos no se sienten totalmente satisfechos y continúan buscando nuevos nichos de enriquecimiento ilegal, y si además lo logran sin pagar impuestos… ¡¡doble satisfacción!!
Nos hemos descapitalizado moral y éticamente
Con este panorama de depravación, y no otro, se está motivando que prosperen formaciones políticas como “Podemos”. No necesitan invertir en asesores para que redacten su programa electoral de cara a los comicios del 2015. Simplemente con dedicarse a leer la prensa de papel y esencialmente la digital, y a pulsar el ambiente ciudadano, lo tienen resuelto.
Todos hemos observado que en los bares prácticamente no se habla de política, pero sí sale a colación el tema de ‘los jetas de tarjeta’. Todos quieren intervenir, y normalmente el llamarles ladrones suele ser el calificativo más suave… Del resto ya se encargará Pablo Iglesias en su periplo por todas las cadenas de TV, con su mantra de lo malos que son los ricos, los banqueros, los capitalistas, reclamar la bajada de impuestos y proporcionar un sueldo a todos los pobres, que lógicamente deberá salir del bolsillo de los ricos, y todo ello gratis total, unido a la insufrible sarta de pamplinas que repite hasta el aburrimiento, en muchos casos hasta cobrando.