La Guardia Civil es un cuerpo policial moderno y muy bien preparado; siempre presto a acudir allá donde se produzcan hechos constitutivos de delito incluso en las capitales de provincia y términos municipales donde tiene competencia territorial la otra policía dependiente del gobierno de España: el Cuerpo Nacional de Policía.
El pasado día 23 de marzo, el servicio de prensa de la Benemérita –que nos mantiene al tanto de los logros de la centenaria institución a la que debemos tanto-, informa de un brillante y sacrificado servicio en virtud del cual se ha aclarado nada menos que un “homicidio por imprudencia”, después de más de un año y dos meses de laboriosas gestiones en la que fue denominada Operación Jaula 23, investigación policial que, por su duración y dificultad, ha supuesto sin duda un uso intensivo de medios técnicos y humanos muy cualificados de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Murcia y del Servicio de Criminalística, según se puede deducir.
Lo primero que llama la atención es que la noticia se enfoque precisamente sobre un homicidio «por imprudencia”, puesto que hasta donde sabemos, la calificación de una conducta como dolosa o imprudente se realiza en la acusación del Fiscal o en la sentencia judicial. Los cuerpos policiales suelen limitarse a establecer que se ha producido un homicidio –la muerte de una persona a manos de otra u otras- y que existen indicios para atribuir la autoría a una o varias personas en concreto; aportando las pruebas de la vinculación entre los hechos y sus presuntos autores. No son recomendables las valoraciones sobre dolo o imprudencia ni sobre otras circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, que luego tanto el Fiscal como el Juez se pueden cabrear.
El segundo punto interesante de este asunto se encuentra en la foto aportada como apoyo gráfico de la noticia, en la que se aprecia un traje de neopreno con lo que parece ser una recreación del arpón clavado en la espalda del presunto usuario, a la altura de su riñón izquierdo.
Si es que ese traje se ha utilizado para la reconstrucción de los hechos -como parece darse a entender por ésta y el resto de las fotos-, lo cierto es que no hace falta ser especialista de la Guardia Civil ni agente del CSI de las Vegas para sospechar con fundamento que el arponazo no se lo ha dado el mismo fallecido ni por casualidad. Sin embargo, comoquiera en el texto de la nota se habla de “incisión en la zona pectoral”, parece que o bien la foto no se corresponde con la realidad de los hechos relatados o bien los hechos relatados no se corresponden con la realidad de los hechos sucedidos. Ninguna de las dos posibilidades deja en muy buen lugar al servicio de prensa del Instituto Armado, que parece que se ha pasado un poco en la escenificación dramática de lo sucedido.
Por otro lado, está más que claro que la Guardia Civil no ha escatimado en medios para la resolución de este caso: evidencias encontradas en el interior del barco y en el equipo de buceo, contradicciones entre los testigos, reconstrucciones judiciales en galerías de tiro y en alta mar, informes forenses y periciales de balística e infografía… un auténtico despliegue tecnológico al servicio de la justicia… para concluir que el fallecimiento se produjo por un arpón disparado desde un fusil de pesca submarina bajo el agua, a una cierta distancia del fallecido -es lo que tienen los disparos, que siempre se hacen a una cierta distancia-. Ni el mismísimo equipo de Jethro Gibbs en NCIS hubiera podido llegar tan lejos en la apreciación de las causas del óbito… que por otro lado ya se habían mencionado grosso modo en la hipótesis preliminar que establecía un accidente como causa probable del disparo de fusil de pesca submarina que causó a su vez la muerte al fallecido.
Pero lo más interesante de todo es que el numeroso equipo de especialistas de la Benemérita haya concluido que el disparo fue «presumiblemente fortuito”, es decir, presumiblemente inopinado y casual, es decir, que presumiblemente había sucedido sin haber pensado en ello y sin esperarlo, lo cual hace intuir que la afirmación taxativa de imprudencia en el titular de la noticia queda algo comprometida.
A continuación, la Guardia Civil nos traslada una lista de efectos intervenidos: fusil de pesca submarina, equipo de buceo y… ¡ordenadores de buceo relacionados con la investigación!; fundamentales sin duda -aunque no entendemos muy bien por qué- para establecer el grado de imprudencia con que el disparo fortuito acabó con la vida de la víctima.
Fuentes generalmente bien informadas no descartan que la aparición de algún otro sospechoso permita clasificar a los autores de este lamentable hecho como grupo organizado en las listas de EUROPOL -hacen falta tres malos para que haya grupo-, y de esta forma se pueda retitular la noticia en el próximo resumen mensual de servicios exitosos de la Benemérita como “Operación Jaula 23: desarticulada organización criminal dedicada a cometer homicidios imprudentes con fusiles de pesca submarina”.
Y es que es difícil entender cómo en el resto del mundo han podido sobrevivir hasta ahora sin tener a la Guardia Civil.
Noticia original en http://www.interior.gob.es/press/la-guardia-civil-esclarece-un-homicidio-por-imprudencia-en-san-pedro-del-pinatar-murcia-13557