Usuarios de cristal
El programa de espionaje masivo llevado a cabo por la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) amenaza la libertad y el derecho a la privacidad. En la nube digital no hay fronteras entre la seguridad y la intimidad. Los usuarios se convierten en figuras de cristal, seres transparentes, sin secretos, frágiles.
Vivimos en la Era de la Información, una era que ha cambiado las reglas de la comunicación. Como usuarios de Internet vertemos parte de nuestra vida en la red. Somos datos que circulan por un mare magnum de cifras y dígitos desprotegidos y vulnerables. Los grandes gigantes de Internet, Facebook, Google, Yahoo, Microsoft, que nos acompañan en nuestro día a día, no son tan amistosos como parecían. El material facilitado por el ex-.analista de la NSA, Edward Snowden, ha desvelado la cooperación de estas empresas tecnológicas con el programa estadounidense de espionaje masivo conocido como Prisma.
Si la información de Snowden es cierta, la NSA habría pagado millones de dólares a las principales empresas de Internet para acceder a la información que intercambian los usuarios a través de sus proveedores. La vulneración de la privacidad a través de Internet es tan sutil que pasa inadvertida. Los límites de nuestra libertad son cada vez más estrechos, pero este cerco no duele, ni se siente; como usuarios de la red sacrificamos parte de nuestra esfera privada y libertad individual de manera inconsciente.
Para crear una cuenta de correo electrónico, suscribirnos a una red social, o acceder a una base de datos digital, necesitamos una clave, un código. Este requisito nos da una sensación de seguridad, como si se tratara de una barrera que protegiera nuestro paso por la red. Sin embargo, la fiabilidad y eficacia de estos sistemas de seguridad han quedado en evidencia. La información ofrecida por Snowden ha revelado que la Agencia Nacional de Inteligencia estadounidense corrompió los principales sistemas de seguridad para llevar a cabo su proyecto de espionaje. Alteración de software y hardware, robo de claves de encriptación e incluso la persuasión y colaboración forzada de empresas son algunas de las técnicas utilizadas por la NSA para acceder a las comunicaciones privadas de usuarios de todo el mundo.
Compramos programas antivirus para sentirnos protegidos. Instalamos nuevo software más moderno y eficaz. Todo para protegernos de los hackers, para salvaguardar esa parte de nuestra vida privada que subimos de manera cotidiana a la nube de Internet. Sin embargo, muchos de estos programas están moldeados por la NSA y otras agencias de inteligencia para acceder de manera más rápida y sencilla a nuestra huella digital.
Proteger y garantizar la Seguridad Nacional ha sido la principal excusa de Estados Unidos para justificar la violación de la intimidad y de la libertad de los usuarios. A través de los sistemas de espionaje cibernético la información se extrae de manera masiva. Esto supone el acceso a información de carácter personal que nada tiene que ver con la protección de la seguridad del Estado. Poco a poco se ha ido instaurando un sistema de gobierno en el que el miedo es el actor principal; miedo a un ataque terrorista, miedo al colapso de la Bolsa… Es en este clima de temor inducido en el que como usuarios renunciamos y no denunciamos la intrusión de los gobiernos en nuestra vida privada; que no sólo viola la ley, sino que viola nuestra libertad.
Navegamos por la red, descargamos programas, buscamos información, compartimos fotos, secretos. La mayoría de estos datos carecen de importancia para la NSA, y otros organismos similares. Sin embargo, nuestra huella en Internet sí tiene valor para empresas de publicidad que se valen de nuestros gustos y preferencias para vender y patrocinar sus productos. ¿Quién no ha buscado una novela en la librería digital Amazon, y se ha topado después con una oleada de publicidad de publicaciones similares en sus redes sociales? En la red somos usuarios vulnerables, no sólo ante la publicidad sino también ante los Gobiernos. Entonces, sí, somos usuarios de cristal, transparentes y frágiles.