«Merece llamarse “hombre libre” el que tiene capacidad de iniciativa frente a la coerción ajena; la libertad moral es la aptitud para obrar en el sentimiento determinado por la propia experiencia, imprimiendo a la conducta el sello inequívoco de la personalidad». José Ingenieros
“Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos”. José Martí
Moral cooperativa
¿Qué dudas cabe que la humanidad en su conjunto enfrenta el dilema de su supervivencia misma como especie?
Las controversias se desenvuelven en todos los ámbitos de la vida, en lo económico, en lo militar, en lo ideológico, en fin, en todo el espectro de las relaciones que se entablan necesariamente entre los seres humanos. De esa relación surgen diferencias.
Nacimiento del cooperativismo
El cooperativismo surge claramente como nos enseña Paul Lambert en su libro “La Doctrina Cooperativa” al señalar que “La Doctrina precede a la ciencia al preceder también al propio hecho cooperativo: la cooperación ha surgido de un juicio que sus fundadores hicieron sobre el mundo tal y como se les presentaba inmediatamente después de la revolución industrial, y la cooperación ha surgido precisamente porque este juicio era desfavorable”.
Ahora bien, leer este libro, en especial este párrafo, nos conmueve una y otra vez porque nos ubica con la máxima precisión que la cooperación surgió con la vida misma, constituye la ley suprema de la vida: nada puede desenvolverse sin la interrelación.
¿Por qué razón entonces la cooperación es negada como esencia de la vida?
Por razones que dijimos antes: De las relaciones que generan diferencias. Esta imposición global se ha impuesto a través de una desvirtuación fenomenal de esa verdad tan evidente. Se impuso el individualismo suplantando la ley de la cooperación por la ley del más fuerte, del más apto para sobrevivir y prevalecer en la selva de cemento.
En tales circunstancias la moral, ese valor positivo de actitud ante la vida y la sociedad, como factor de transformación social y económica, de construcción de equidades, se acrecienta.
Como sabemos, la moral es fruto del desarrollo histórico social, deviene de las costumbres de cada época y por tanto, seguramente coincidiremos en que, no hay una moral universal y perenne, toda vez que ella es fruto de las diferentes formaciones sociales existentes.
Qué dudas caben que son, precisamente, las relaciones de producción las que influyen para establecer el tipo de moral que luego se conforman ideológicamente y establecen sus normas morales. La moral cooperativa se distancia de la moral capitalista.
Nosotros, los que nos asumimos cooperativos tenemos una moral cooperativa repercutida de ese juicio sobre la expoliación industrial.
Esa moral cooperativa posee una fuerza espiritual formidable que se pone en movimiento cuando actúa en sociedades desesperanzadas, agobiadas por las necesidades mínimas y cotidianas provenientes de políticas neo-coloniales y evidencia que es posible superar toda adversidad. Se puede y debe vencer.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!