Muere la clase media
“Nuestro éxito no ha radicado en la supervivencia de los fuertes, sino en la construcción de una sociedad en la que todos salimos ganando”. No son palabras de Karl Marx a principios del siglo XX, ni de un político populista… Es parte de un discurso del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hace tan sólo unos días. Unas horas antes la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, alertaba de que la brecha entre ricos y pobres está en su nivel más alto en 30 años. Hoy, los ingresos del 10% más rico del mundo superan en nueve veces los ingresos del 10% más pobre, según el último estudio realizado por este organismo.
Las desigualdades no han hecho más que crecer en los últimos años. No sólo en economías pobres o en desarrollo. Alemania, Dinamarca o Suiza tampoco se libran. En estos países, en los años 80, las cifras eran de 5 a 1. Hoy, son de 6 ó 7 a uno. Es cierto que están lejos del 10 a 1 de países como Italia, Japón o Gran Bretaña. Muy lejos del 25 a 1 de México o Chile y lejísimos de Brasil que supera el 50 a 1.
Durante los últimos años, la riqueza no se ha distribuido con justicia ni equitativamente. Mientras los ricos eran cada vez más ricos, los que menos tienen no han ganado nada. Los impuestos y las políticas sociales han fallado en su objetivo de reducir la desigualdad social. Desde mediados de los años ‘90, explica la OCDE, el sistema no ha cumplido con su función. Las políticas neoliberales más extremas se han impuesto y se ha dejado hacer a los “mercados”. Y este ha sido el resultado. En Estados Unidos, por ejemplo, hace 10 años, un ejecutivo medio ganaba 30 veces más que sus trabajadores y hoy esa cifra es 110 veces mayor.
“La cohesión y el pacto social se está deshaciendo en muchos países”, advierte Ángel Gurría, Secretario General de la OCDE. Y para Obama la clave está en que la clase media está retrocediendo y “ya no es capaz de comprar los bienes que producimos”. Tras la II Guerra Mundial, los economistas tenían claro que, para que las economías crecieran y los países se desarrollaran, era necesario un mercado interno fuerte, que sólo se conseguiría con clase media amplia. Había unos pocos ricos y otros pocos pobres. La realidad de hoy es que la clase media está adelgazando. Siguen los pocos ricos, pero cada vez hay más pobres. Esta situación a la larga es insostenible para cualquier sociedad. Los conflictos sociales aparecerán tarde o temprano.
Los dirigentes de todo el mundo están pidiendo esfuerzos a los ciudadanos para salir de la crisis económica. Y, a la vez, esos mismos ciudadanos ven crecer las billeteras de banqueros, políticos, especuladores y grandes accionistas. Europa, por ejemplo, recorta sueldos, sube impuestos y deja de prestar servicios básicos a los ciudadanos por culpa de la crisis. Pero, al mismo tiempo, no sube los impuestos a las grandes fortunas ni crea un impuesto a las transacciones financieras especulativas.
Los ciudadanos, todavía, se encuentran “aborregados”. Por las calles, oyes que personas trabajadoras de clase media empiezan a repetir los mantras neoliberales: “los recortes son necesarios”, “los servicios públicos son deficitarios”, “el sistema de pensiones no tiene futuro”, “tenemos que trabajar más por menos para garantizar nuestro puesto de trabajo”… Movimientos ciudadanos, como el 15M o el 99%, son más necesarios que nunca para abrir los ojos. Lejos quedaron las ideas de cambio del sistema económico. Es necesario cambiar el pensamiento de que cada cual se las arregle como pueda. Un conjunto no puede ser sin uno de sus elementos. Las sociedades no podemos ir hacia más individualismo para salir de la crisis porque muchos quedarán por el camino. No podemos dar ni un paso atrás en los derechos ciudadanos conseguidos con esfuerzo durante décadas. Desechemos la idea de tener más y más para pensar en que todos podamos vivir mejor.
Ana Muñoz Álvarez
Periodista