En los últimos años, el presidente Obama anunció compromisos para pacificar el mundo musulmán. Ante las demandas árabes, reformó políticas estadounidenses y se distanció de Israel como nunca antes ningún presidente americano.
Lo que Obama no puede entender,por su
negación ideológica, es que no se puede
exportar un sistema político basado
en los derechos de las personas a una cultura que no cree
en la supremacía del individuo sobre el sistema.
Aseguró que los gobiernos árabes rechazarían el terrorismo y prometió lograr aquello en lo que todos sus antecesores fracasaron, la paz. Los terroristas que asesinaron al embajador Stevens, pertenecen a las mismas organizaciones yihadistas que el presidente apoyó para derrocar Gadafi y éstas le han recordado que no les interesa abrazar la democracia, sino que su objetivo es establecer un califato global regido por la sharia. Obama piensa que el islam político y la democracia son compatibles. Cree que es posible establecer democracias del estilo europeo en países árabes sin que estos tengan que adoptar la cultura y el pensamiento occidental.
Lo que Obama no puede entender, por su negación ideológica, es que no se puede exportar un sistema político basado en los derechos de las personas a una cultura que no cree en la supremacía del individuo sobre el sistema.
La conclusión que puede extraerse del compromiso del presidente con el mundo árabe, es que fracasó y su administración convirtió al país en un tigre de papel.
Tal vez Obama crea que el islam político es una fuerza que puede controlar a fin de asegurar el petróleo, pero la muerte de su embajador le muestra su equivocación.
Su debilidad con los islamistas aumentó el peligro de una nueva guerra regional.
Si los funcionarios de EE UU no entienden esta realidad, su fracaso alcanzará niveles escandalosos. Tal vez lo comprendan después de ser artífices de la pérdida de miles de vidas humanas.
Entonces será demasiado tarde.