Aquí está. Por fin (para muchos) Barack Hussein Obama Jr. ha tomado posesión como presidente de los Estados Unidos de América. El número 44. Ahora nos llegan las similitudes, parecidos razonables, símbolos que le hacen parecer una aparición divina que salvará a medio mundo (juró sobre la biblia que usó el mismísimo Lincoln). Bueno, la historia está allí. Es de verdad asombroso que un planeta gire en torno a la figura y el carisma de un solo hombre. Asombra y sobre todo turba. Es cierto que vivimos muy malos momentos, que todo el mundo parece necesitar a alguien quien seguir. Este hombre negro, criado como blanco, se ha convertido a su pesar en una figura mediática sin precedentes (ni Kennedy ni nada) y se ha encaramado al altar mayor de muchas almas que viven esta crisis global como una tragedia que requiere de un héroe.
Creo que no debemos ser tan ilusos, que debemos mesurar nuestro absoluto apoyo a alguien que no ha demostrado aun nada y que definitivamente es presidente de los Estados Unidos por el voto soberano del pueblo.
A lo largo de la historia, y allí están los hechos, vivimos uno u otros más o menos cómodos según el partido del presidente de Estados Unidos pero al fin y al cabo es presidente de aquel país y su idiosincrasia va por los derroteros de siempre. En sus primeras palabras después de jurar el cargo ha advertido a los “enemigos” de “América” que no van a disculparse por su manera de vivir.
Este hombre tiene a su favor que la Historia estará muy pendiente de él, que su raza, su campaña y la coyuntura global le poden en el ojo del huracán para bien o para mal. Esperemos que para bien. Á‰l mismo decía en estos días que habrá dificultadas y que cometerá muchos errores. Quiere curarse en salud porque, no olvidemos, es sólo un hombre, sólo el presidente del país más poderoso del mundo. Y eso aunque no es poco, no lo es todo.
Nos queda el futuro para saber qué pasará. Vamos a aceptar el reto de no entusiasmarnos con lo que puede ser sino con lo que debe ser, con lo que se concrete como buena decisión. Que no nos sorprenda la decepción que suele ser hija del entusiasmo infundado y de los sueños de la razón. Espero que ese sueño no engendre monstruos goyescos que nos hagan imposible el descanso en esta noche de crisis global que se presagia larga y tensa.
Bienvenido Mr. Obama. Espero que no pase usted de largo.