Que en el sondeo realizado por SIGMA-DOS para el diario El Mundo, un 76,4% opine que Blanco debe dimitir, resulta relativamente normal, pero que dentro de su propio partido, el PSOE, tal porcentaje alcance el 47% y que en Izquierda Unida lo solicite el 81,2%, es una verdadera tragedia a 40 días de la celebración de unas elecciones generales. Aunque se trate de una encuesta, existe gran coincidencia con las publicadas en otros medios cuyos pronósticos son igualmente nefastos para los socialistas.
Que en la misma línea y en el entorno más próximo al ministro lo perciban “enormemente preocupado” por la posible repercusión penal del “caso Campeón”, sobre la presunta admisión de 400.000 euros, es comprensible. Aunque Rubalcaba realice una encendida defensa, su credibilidad personal ha sido cuestionada en varias ocasiones (Gal, 11-M, etc). No es precisamente el mejor avalista ni aún poniendo las manos en el fuego por su compañero de partido. El candidato socialista bien haría en dejar las comedias, dramas y melodramas para otros escenarios.
Pretender apoyar al ministro portavoz a base de tópicos como los pronunciados por Carmen Chacón (se puede revocar la situación en las urnas), Leire Pajín (vamos a sudar la camiseta hasta el último minuto) y Alfonso Guerra (las encuestas no han acertado en ocasiones anteriores), de nada servirán a José Blanco cuando se produzca la apertura del sumario.
Ha transcurrido una semana larga (jueves,12) y todavía no se ha presentado ninguna denuncia ni querella de las anunciadas por el desdichado ministro de Fomento contra el empresario Jorge Dorribo, pero mucho más grave es el no haber facilitado ninguna explicación política sobre lo ocurrido, mediante todas las ruedas de prensa que fuesen necesarias. La sociedad española demanda y necesita una aclaración perfectamente detallada sobre las acusaciones del citado Dorribo, para dejar meridianamente clara su honradez y total ausencia de implicaciones, tratos y favores mutuos, así como también su situación económica familiar, patrimonio, ingresos, gastos, compras, viviendas, créditos, hipotecas, etc. etc. Todas las restantes adhesiones y declaraciones de defensores de pleitos pobres, sobran y solo añaden más desconfianza a este oscuro caso.
Por mucho que se pretenda restarle importancia a lo ocurrido, tal como es el caso de Elena Valenciano a la circunstancia reconocida de citarse en una gasolinera, con un empresario de dudosa reputación y expresidiario, no es el lugar más decuado en cualquier país serio para tratar sobre: contratos, ayudas, gestiones, etc. , con independencia de que el vehículo pertenezca al ministerio, partido o al “sursum corda”. Un cargo público con categoría de ministro, debe saber discernir perfectamente lo que pertenece al ámbito privado y público. Los políticos están para servir a los ciudadanos, cuidar las formas y no al revés como desgraciadamente interpretan algunos.
Más temprano que tarde tenía que producirse algo parecido a este posible escándalo, al cual seguirán otros muchos que continuan ocultos pero que no tardarán en salir a la luz. Nombrar ministro a un personaje de la talla intelectual, preparación y formación de José Blanco, ha sido otro de los grandes fallos de Zapatero como al parecer está reconociendo actualmente según círculos próximos a la Moncloa. Este gallego ha vivido permanentemente intentando representar un papel que le viene muy ancho tal como se está demostrando desde que fue nombrado ministro. Dedicarse a destruir permanentemente solo es útil en contadas ocasiones pero nunca como hábito.
Esperemos que el 20-N produzca el ansiado cambio y el Gobierno entrante sea capaz de devolvernos la esperanza, recuperación y lugar que nos corresponde y tanto necesitamos, comenzando por esos cinco millones de desempleados y sus familias, cuya amargura y desesperación ya supera todos los límites posibles.
Quizá suene a ingenuo pero España no merece ser gobernada por “malas personas” individualmente consideradas y que como grupo tampoco alcancen la categoría necesaria, salvo excepciones…
Por lo contemplado en la precampaña electoral, todo indica que Blanco pondrá de moda (con sus nuevos trajes a medida) el citarse en los surtidores de gasolina y de paso verificar su funcionamiento y calidad de servicio prestado al ciudadano. Rubalcaba, negará todo aunque sean evidencias incluidas las encuestas y largará balones fuera. Zapatero, asustado, ordenará retirar todos los espejos de la Moncloa para no verse, y la ETA, pasará a ser el paladín de la nobleza y regalador de paz, a cambio de que a los compañeros presos se les reviesen las condenas y salgan todos a la calle. Lo de las víctimas, algo perteneciente al rancio pasado, quedará para Rajoy y el PP.