¡Cómo influye lo que nos dicen en nuestra forma de actuar, a la hora de tomar decisiones y en nuestro estado de ánimo!
La mayoría no estamos preparados para ello. Siempre, de lo que te dicen, queda algo, aunque tú no lo desees: inquietud, duda, odio, o una reacción igualmente desmesurada a las palabras que te dijeron y que te hirieron, reaccionando buscando herir tú también, «manipular sentimientos».
En eso muchos somos especialistas, en rebajar, humillar y hacer perder la autoestima a alguien por el simple hecho de demostrar nuestra superioridad ante otras personas. Grotesco pero cierto. Manejamos bien el mensaje que queremos enviar, para que el receptor no tenga dudas ante el mensaje, somos muy manipulables, poco proactivos. Yo en estas cuestiones me defino como «librepensador».
Hay que tomar posiciones ante la vida y defenderlas, saber escuchar, porque eso es difícil. Lo fácil es «Te oigo pero no te Escucho».
Tenemos que tener unos valores fuertes para afrontar y aceptar la crítica, para que cuando te digan algo y tengan razón, saber reconocerlo. Así como defender tus ideas sin miedo a que puedan decir algo que no te guste o que te confronten y no callarte por miedo al que dirán o pensar que puedas hacer el ridículo. Hazte oír, y que cada uno saque sus conclusiones.
En la vida hay que tomar posiciones, y nunca, nunca, imponerlas. Ese es el fracaso de muchas sociedades y religiones: «Imposición», no dejarte pensar, quitarte el derecho a valorar lo que te dicen y no dejarte expresar tu opinión o tomar tus decisiones.
Eso es lo que hace la droga: te atrapa y no te deja pensar, escuchar, valorar, ni siquiera razonar.
Aprende a escuchar si quieres que te escuchen.
