El terremoto que ha asolado Haità ha despertado toda una ola de solidaridad internacional digna de mención y muestra inequÃvoca de la capacidad de movilización que toda catástrofe natural tiene por sà misma, sin que medie otra circunstancia adicional.
Sin embargo, esta solidaridad llega tarde y puede que no se prolongue lo suficiente en el tiempo. Esta solidaridad de la que todos hacemos ahora gala deberÃa de haber llegado tiempo atrás, cuando el terremoto ni se imaginaba pero cuando la pobreza extrema del pueblo de Haità era un hecho constatado. Entonces no lucÃa la solidaridad, ahora sÃ.
Porque si Puerto PrÃncipe hubiera gozado de las infraestructuras mÃnimas las consecuencias del terremoto hubieran sido menores, por mucho menos de la mitad del dinero que se está dedicando ahora a salvar vidas y a rescatar cadáveres se hubiera conseguido proteger un número importante de esas vidas, evitando que se hubieran convertido en cadáveres.
El problema es que el mundo, como sociedad, no tiene claras sus prioridades e ignora de manera permanente situaciones de pobreza endémicas causadas, en la inmensa mayorÃa de las ocasiones, por el expolio producido por los paÃses que colonizaron esos lugares que, ahora pobres, antes fueron prósperas zonas de negocio.
Los colonizadores se marcharon cuando no pudieron más o cuando los pueblos oriundos exigieron su independencia, pero fomentaron la subida al poder de oligarquÃas corruptas que siguieran las directrices marcadas por los antiguos colonizadores con el objetivo de mantener el control sobre zonas estratégicas.
Haità es, precisamente, un ejemplo paradigmático de este expolio polÃtico, diferente del tradicional expolio natural, pero igual de dañino. Independizados de su colonia, Francia, sucumbieron a los encantos de Estados Unidos que vio en la Isla un lugar ideal para tener bajo control el Caribe y no dudó en apoyar regÃmenes dictatoriales a su conveniencia.
No es el momento de hacer crÃtica, es el momento de salvar vidas e intentar reconstruir un paÃs deshecho, pero sà es el momento de realizar una reflexión moral, aprender de los errores y ponernos manos a la obra con los paÃses que siguen las mismas pautas de HaitÃ.
La solidaridad se define como la adhesión circunstancial a una causa, cambiemos entre todos esa definición ortodoxa y fomentemos la solidaridad como la adhesión permanente a una causa, la causa de la pobreza en el mundo.
No es demagogia, es crÃtica moral y economÃa social, la pobreza en el mundo es erradicable, sólo necesita el compromiso de los paÃses más desarrollados.