El rosario de mentiras que hemos vivido, desde el anuncio de la intención de construir un tercer juego de esclusas para el Canal de Panamá, lejos de concluir ha tomado un segundo aliento. Van logrando así, impunemente, perpetrar el crimen del siglo con una sola víctima: el pueblo panameño, su presente y su futuro.
De nada sirvieron las advertencias y alertas que, con suficiente anticipación, fueron dadas por algunos sectores de profesionales panameños, sobre los riesgos que traía la desesperación por la ampliación y la ejecución de la misma. Los encargados de “vender” a la opinión pública panameña el engaño orquestado, -licitación incluida-contaron con todos los recursos necesarios y, lo demás, fue para ellos coser y cantar.
Hoy, “contratistas inescrupulosos” como tan atinadamente los ha llamado el profesor Carlos Bolívar Pedreschi, han desatado su cadena de extorsiones y chantajes para alcanzar su meta de apoderarse de megamillonarias sumas de dinero que pertenecen al pueblo panameño. Para ello, organizados en el consorcio Grupo Unidos por el Canal (GUPC), cuya insolvencia financiera era pública y notoria al momento que se les concedió la licitación, han venido actuando con arrogancia, prepotencia y soberbia, escudándose para ello en los gobiernos de España, Italia y claro está, el de Panamá con los cipayos locales.
La negativa de la ACP en dar a conocer la copia del Contrato celebrado con el consorcio GUPC y sus anexos, incluyendo las Cartas de Propuesta y Aceptación y todos los documentos que se encuentran listados en el Acuerdo Contractual, como formalmente lo ha solicitado y reiterado el abogado Enrique Manuel Illueca al administrador Quijano, es extremadamente reveladora de que hay no uno, sino muchos gatos encerrados en este laberinto de falsedades y engaños.
Cuánta razón tenía el articulista de “The Panama News” en el 2007 cuando resaltaba que: “independientemente de que si el Canal de Panamá opere en el futuro –con eficiencia, o no– a fin de cuentas los panameños pagarán la deuda creada por su ampliación, de la misma forma que los ciudadanos de otros países pagarán por sus puertos ampliados. Los especuladores serán los que no pierden un céntimo».
“La realidad es que pudo haberse planificado una ampliación verídicamente de primer mundo, usando técnicas muy antiguas –comprobadas y mejoradas a lo largo del siglo pasado– para el diseño de esclusas eficientes…. Si el propósito del apuro aparente para lanzar la ampliación del Canal de Panamá fue de facilitarles a terceros el acceso rápido a fondos públicos mundiales, eso explicaría el por qué se tenía que vender este proyecto como «perfecto» y mantener las voces del sentido común en los márgenes. Las ampliaciones de puertos en marcha en numerosos países da fe a la credibilidad de esta interpretación de los hechos.”