«La autoestima es la reputación que tenemos de nosotros mismos. Cuanto más sólida sea, mejor equipados estaremos para enfrentarnos a los problemas que surgen en el trabajo o en la vida personal, con más rapidez podremos recuperarnos de una caída y más energía tendremos para empezar de nuevo» Nathaniel Branden
La autoestima, también llamada autoaceptación o inteligencia emocional intrapersonal, este último término acuñado por el prestigioso profesor de psicología de la Universidad de Harvard Daniel Goleman en 1999, es uno de los factores más determinantes para entender cómo nos enfrentamos en los eventos que nos ocurren día a día, de las expectativas que lanzamos hacia el éxito o el fracaso y un elemento clave para entender cómo nos relacionamos con nosotros mismos y los demás, ya sea en el trabajo, con nuestra pareja, como padres y hasta en el sexo.
Quererse significa estar convencido de que uno es competente para vivir y merece ser feliz, independientemente de las circunstancias que le rodeen y los eventos que le ocurran, enfrentándose al día a día con mayor confianza, optimismo y generosidad hacia uno mismo, lo cual nos ayuda a alcanzar nuestras metas a pesar de las trabas y las dificultades que encontremos en el camino, a vivirlas con plenitud, mejorando nuestro bienestar, aumentando la percepción de salud y de calidad de vida.
En definitiva, desarrollar y mejorar nuestra autoestima significa ampliar nuestra capacidad de ser felices, aceptando nuestras limitaciones y fortalezas, mejorando la relación con nosotros mismos y los demás, a la vez que hacemos más dichosos a las personas que nos rodean.
La autoestima comienza a construirse desde que nacemos, en el momento que comenzamos a interactuar con todos los elementos de nuestro entorno y no finaliza nunca, ya que se trata de un proyecto para todo la vida, en el que cada día se presentan multitud de retos que hay que resolver y realizar. Por tanto, nos encontramos ante un concepto bastante estable pero cambiante, el cual puede ser susceptible de modificación a través de las nuevas experiencias y situaciones que vayamos resolviendo en nuestro quehacer diario.
Como padres, nuestra contribución en la construcción de una autoestima sana y fuerte es vital en nuestros hij@s, ya que marcara el comienzo y la trayectoria de una dirección, que si es positiva, sana y fuerte, contribuirá de forma decisiva, en todas las facetas y ámbitos de su vida tanto en el momento presente como cuando sea adulto. En definitiva, se trata de que nuestro hij@ se sienta bien consigo mismo, note que es importante para su entorno, sepa que le quieren, reconozca sus errores, los acepte con naturalidad y entienda que son necesarios para alcanzar el éxito en todo aquello que emprenda. Por ello, para comenzar este viaje con decisión y pisando fuerte, os proponemos una serie de recomendaciones para realizar día a día con vuestros hij@s:
1.- El primer paso que tenemos que tener claro para poder enfatizar y realzar todos los aspectos positivos de nuestros hij@s es conocer sus fortalezas y limitaciones, reforzando todos aquellos puntos fuertes que presentan, minimizando sus limitaciones y aceptándoles tal y como son.
Para ello, os recomendamos un ejercicio muy útil y fácil: escribir en un cuaderno todas aquellas cualidades, puntos fuertes y aspectos valiosos que crees que tiene tu hij@, mejor si lo haces con tu pareja y una vez hecho, contrástalo con otros familiares, maestr@s, amig@s de tus hij@s… con un doble objetivo; por un lado dar a conocer al entorno de tu hij@ dichas cualidades y por otro completar ese listado intentando que sea lo más extenso posible.
Utilizarlo como herramienta habitual, leyéndolo con él, recordando sus cualidades y enfatizando todas los puntos fuertes que presenta.
No dar nunca por finalizado el ejercicio, ya que en cualquier momento nos daremos cuenta que hay cualidades nuevas que habrá que apuntarlas en el cuaderno… también nos servirá para que con el tiempo observemos toda la evolución de nuestros hij@s, se la reconozcamos e incluso le sirva a él cuando sea un futuro adulto para valorarse y apreciarse de forma positiva.
2.- Diferenciar entre la conducta y la personalidad de nuestro hij@, definiendo de forma sencilla que la personalidad es la forma de ser de cada un@, mientras que la conducta son las acciones que realizamos.
En caso de modificar algo siempre será la conducta del niñ@, respetando a nuestro hij@ por su forma de ser y sus rasgos de personalidad. Aspecto fundamental ya que la conducta es un acto que puede ser modificado y corregido, pero su forma de ser no, mostrando aceptación absoluta a cómo es y nunca verbalizando ni condicionando nuestro cariño y amor por cómo es o cómo se comporta.
Es necesario que entienda qué conductas son las que puede mejorar y corregir pero nunca tiene que dudar de que le vayamos a dejar de querer por su forma de ser o por las conductas que haga.
En definitiva, transmitir y trabajar con nuestros hij@s que no es lo mismo hacer una tontería que ser un tonto, insistiendo en que todos cometemos errores, hacemos cosas que no nos gustan, que no son lo mejor para nosotros pero que no pasa nada, porque eso se puede trabajar, mejorar, corregir siempre que queramos, pongamos ganas, esfuerzo, tiempo y constancia. De lo contrario, puede ocurrir que aprendan que hagan lo que hagan nunca van a conseguir los resultados esperados, entrando en lo que denominamos indefensión aprendida con un lenguaje interno como «no sé qué hacer, haga lo que haga siempre fracaso…», poniendo excusas a cualquier tarea o actividad ya que prefieren no realizarlas por miedo a no hacerlo bien, utilizando frases como: no lo quiero hacer, lo haré más tarde, ahora no puedo,…
3.- Aceptar la diferencia con normalidad. Hacer entender que tod@s somos diferentes y únicos, insistiendo en que la diversidad es un hecho natural que aporta riqueza, existiendo un gran abanico de personas dispares pero enfatizando la idea de que tod@s somos diferentes pero ni mejores ni peores.
Ayudar a entender y apreciar la diversidad tanto en él mismo como en los demás, aprendiendo a aceptarse con todas sus limitaciones y fortalezas, como personas únicas e irrepetibles, no sintiéndose mal por ser diferente o tener rasgos que no corresponda con la media, rompiendo con lo que denominamos la tiranía de la normalidad. Aspecto crucial en la adolescencia.
4.- Ser optimista. Enseñar a nuestros hij@s a que focalicen su atención en todos los aspectos positivos que nos ofrece la vida, aunque éstos sean muy pequeños o parezcan insignificantes.
Uno de los mejores regalos que podemos transmitir es la capacidad de disfrutar de las cosas pequeñas, esas que muchas veces pasan desapercibidas por el hecho de enfocar nuestro proceso atencional en otros asuntos o situaciones.
No terminar el día sin repasar con vuestros hij@s todos aquellos momentos e instantes del día que han sido positivos y placenteros: jugar con alguien, la sonrisa del maestr@, comer un plato favorito, sentir el sol en la cara, ver a un amig@ feliz, observar una hormiga transportar un trozo de pan, disfrutar de una serie de dibujos animados… insistiendo en el valor de la cosas pequeñas y ayudándoles a reconocerlas, prestándolas atención y admitiendo su valor.
5.- Aumentar la autoconfianza y la autoaceptación. Ambos aspectos están muy ligadas a una autoestima sana y fuerte, ya que sin ellas presentamos serias dificultades para emprender iniciativas y sentirnos capaces, haciendo que perdamos muchas oportunidades para desarrollarse, conseguir objetivos e iniciar proyectos.
Un ejercicio muy útil para fortalecer tanto la autoconfianza y la autoaceptación es la actividad del espejo. Es necesario elegir un momento del día en que vayáis a estar tranquilos, con privacidad y con el suficiente tiempo para centraros en vuestro hij@ de forma plena y sin interrupciones. Mejor si se trata de un espejo de pie, grande y que posibilite poder observar el cuerpo entero. Poner al niñ@ frente al espejo, el cual debe estar ubicado a su altura, para verse de frente. Decirle que se mire unos minutos en silencio, comenzando por sus ojos y recorriendo todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Una vez hecho, repasa con él todo su cuerpo, fomentando su autoaceptación, con mensajes positivos tanto de sus rasgos físicos como de sus rasgos de personalidad.
Cuando hayas terminado, que lo repita él, terminando la actividad con un gran abrazo, diciéndole lo importante que es para vosotros y lo mucho que le queréis. Intentar crear un hábito de este ejercicio, realizándolo de vez en cuando y con tiempo.
6.- Sentido del humor, enseñándoles a reírse de un@ mismo cuando no ocurran las cosas como uno quiere. Si somos capaces de reírnos de nosotr@s mismos, de nuestros errores, experiencias personales y compartirlo con las personas que nos rodean de forma sana y natural, estaremos enseñando una de las capacidades más fundamentales para afrontar todos los eventos estresantes que nos ocurran de una forma sana, plantecera y productiva, desdramatizando la realidad y riéndonos de ella.
La risa y el humor son unos grandes aliados terapéuticos, con una alta efectividad ante eventos negativos, dando la vuelta a la situación, focalizando nuestra atención en los aspectos positivos del evento en lugar de quedarnos con el error y el sentimiento de culpa.
7.- Permitirse equivocarse y hacerlo sin traumas, sin ira y sin sentirse culpable, entendiendo el error como un paso necesario para alcanzar el éxito, trabajando mucho más el proceso que el resultado, elogiando el esfuerzo, la constancia, el poner ganas… más que los resultados en sí mismos, enfatizando que la excelencia se consigue a base de errores y entrenamiento.
Si las cosas no ocurren como un@ quiere, transmitir que no pasa nada, porque lo verdaderamente importante es volverlo a intentar, poner ganas, esforzarse y continuar adelante.
Fortalecer la idea de que el error y el entrenamiento constante son la base del aprendizaje y del éxito.
Evitar la acusación y la ridiculización cuando las cosas no ocurran como queramos.
La aceptación empieza por la actitud de los propios padres, se transmite tanto a nuestro hijo como a su entorno con el ejemplo y normalizando el error como parte básica del aprendizaje.
Muy relacionado con el punto anterior, la aceptación del error es absoluto cuando conseguimos reírnos de la situación, enfatizar lo cómico y compartirlo con nuestro entorno.
8.- Enseñar a atender y cuidar el cuerpo. No sólo centrarse en cuestiones psicológicas ya que cuando un@ se quiere también valora y cuida su cuerpo.
Fomentar el hábito del ejercicio físico ya no sólo como actividad necesaria para estar en forma sino como un ejercicio vital para reducir estrés y liberar endorfinas (llamadas también hormonas de la felicidad, las cuales se liberan con actividades tan gratificantes como el ejercicio físico, el consumo de ciertos alimentos como el chocolate, estados de enamoramiento…).
Al mismo tiempo cuidar la alimentación, enseñando a disfrutar tanto de las frutas como de las verduras, consumiendo zumos, preparando la lista de la comprar con ell@s, enfatizando y preguntándoles que frutas y verduras quieren comer y comprar, preparando recetas de comida con ell@s en lo que haya ingredientes saludables, teniendo siempre en casa un frutero lleno de fruta disponible y apetecible, hablando con l@s maestr@s de la escuela para fomentar el consumo de una fruta en los recreos…
9.- Existen tres necesidades afectivas básicas: Sentirse escuchado, mirado y acariciado. Es fundamental que como padres tengamos muy presentes esas tres cuestiones, para que en la práctica diaria tengamos espacios y tiempos para poder satisfacer y cubrir dichos aspectos: dedicar todos los días un tiempo de calidad para escuchar a nuestros hij@s, sus preocupaciones, lo que les ha pasado durante el día, con quien ha jugado, lo que han hecho en la escuela… mirándole a los ojos y prestándoles atención… indicándoles tanto con nuestro cuerpo y nuestra cara (comunicación no verbal) que les estamos escuchando y mirando. Por otro lado, las caricias y los abrazos deben ser habituales en el funcionamiento diario con nuestros hij@s, normalizándolas y fomentando el afecto positivo entre padres e hij@s.
10.- Evitar la sobreprotección, las palabras que hieren, las críticas y la falta de respeto. Tenemos que tener muy claro que nuestros hij@s deben ir asumiendo responsabilidades a medida que van creciendo, dejándoles ser independientes y observando las consecuencias, tanto positivas como negativas, de su conducta y sus decisiones.
La sobreprotección es uno de los aspectos más habituales en muchos padres, ocasionando graves consecuencias negativas a sus hij@s sobre todo en la adolescencia y la juventud, convirtiéndoles en personas exigentes, muy demandantes y acostumbradas a que los demás estén pendientes de sus necesidades y asuntos. En su lugar, cree en tu hij@, ofrécele confianza y dale responsabilidades. Al principio estate atento y supervisa la actividad para asegurarnos que lo consigue y no se desanima: refuérzale el esfuerzo, las ganas que pone a las cosas y minimiza el resultado sea cual sea, ya que lo importante es que interiorice que con constancia y ganas todo se consigue.
Por otro lado no emplear palabras hirientes, críticas constantes y faltas de respeto. En lugar de decir: Eres un vag@, no dedicas tiempo suficiente al estudio, darle la vuelta a la frase poniéndola en positivo y enfatizando lo que hace.
Por ejemplo, cuando observemos a nuestro hij@ dedicar tiempo a hacer los deberes reforzarle con el elogio y el reconocimiento; «muy bien, da gusto verte trabajar, eres muy responsable!», otra forma de decirlo sería «yo me siento muy triste cuando no dedicas todos los días un tiempo para hacer la tarea ya que con trabajo y constancia todo se consigue, logrando todo aquello que te propongas».
No olvidar que los niñ@s funcionan mucho mejor con el refuerzo positivo que con el castigo, por lo que conseguiremos mejores resultados utilizando el elogio verbal y el reconocimiento que riñendo y criticando los aspectos que no nos gustan.